Ya son un total de 923 millones de mortales que han fenecido de hambre en todo el orbe.
Mali, donde el brazo del río Níger se zarandea, se asienta en el lugar 173 del total de 177, en el elenco del crecimiento humano, la falta de alimentos aflige al 15 por ciento de un censo de 12,5 millones de mortales, afirma Mirian Mahamat, delegado de la Organización de Naciones Unidos para la Alimentación y la Agricultura, en este terruño.
La escualidez infantil sigue siendo una cuestión pendiente y no resuelta. En Mali agonizan unos mil chiquillos menores de cinco años, semanalmente, por problemas atañidos a la pandemia de la gazuza, según el Programa Mundial de Alimentos.
En África, unos 55 millones de chavales padecen carencia alimenticia severa, lo que está poniendo en riesgo la genealogía que se deberá sacar adelante en el continente africano en los próximos lapsos de tiempo. Si no se aprueba una atención urgente, las lágrimas de muchas criaturas se extinguirán para siempre. Con tan sólo 3.000 millones de euros, la mitad de lo que ha significado la T4 del aeropuerto de Barajas de Madrid, se lograría liberar de la muerte segura a 19 millones de críos que padecen en el mundo desnutrición aguda, asevera Olivier Longué, preboste de Acción Contra el Hambre.
Es una criatura de dos años, su pellejo perfila las osamentas de sus extremidades, la panza reluce abultada y el cabello se le pierde. Solloza sin consuelo. Desconoce la crisis económica y las arbitrariedades humanas, es uno de los millones de pequeños que no perdurará durante mucho tiempo.
Lo que les sobra a los ricos es patrimonio de los niños hambrientos y desvalidos de todo el universo.
Clemente Ferrer Roselló
clementeferrer@yahoo.es