La dialéctica entre libertad y orden tiene una trampa: entre orden y libertad hay que elegir siempre la libertad… siempre que el grado de inseguridad ciudadana no haya alcanzado unos extremos tales que no te permitan ejercer dicha libertad. El caso de México DF (22,5 millones de habitantes), la ciudad más poblada del mundo (la segunda, si se tiene en cuenta todo el área metropolitana de Tokio) es sintomático. En estos momentos, la capital de México vive en la ley de la selva: la vida vale muy poco, la industria más floreciente es el secuestro y la gente no confía en las fuerzas del orden. A partir de ahí, todos los intentos del presidente Vicente Fox por levantar la economía se vuelven imposibles, Es más, el PRI, que gobernó de forma cuasi dictatorial México durante 70 años, promete eso: seguridad. Y parece que puede volver al poder.

 

Por otra parte, el candidato del PRD a la Presidencia de la República, y alcalde México, Andrés M. López Obrador, ve muy comprometido su futuro precisamente por la inseguridad de la capital.

 

Al mismo tiempo, los emigrantes españoles apoyan a nuestra embajadora, Cristina Barros, quien se atrevió a denunciar la inseguridad que se vivía en México, lo que provocó una protesta del Gobierno mexicano. Lo malo es que el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, apoyó dicha protesta y desautorizó a la embajadora.