No me gusta la privatización de la gestión de la sanidad pública pero aún me gusta menos la vagancia de los funcionarios, también de los funcionarios sanitarios. No me gusta porque no creo que, cuando se trata de salud, se pueda ganar mucha productividad ni mejorar la atención, salvo en lo que es administración, y eso no supone la parte más importante del proceso.
Los gobiernos de Madrid, Valencia y Castilla-La Mancha -los tres del PP- se han lanzado a otorgar la gestión sanitaria privada de hospitales públicos y el colectivo sanitario se ha lanzado a la huelga y a la calle.
Miren ustedes, el problema -tristísimo- es que la gente sólo rinde cuando tiene miedo al despido, es decir, a quedarse sin trabajo. El funcionario carece de ese miedo así que, como le dijera uno de ellos, a un ministro recién llegado: "Si yo me orino en su despacho usted podría trasladarme, pero no despedirme".
Por otra parte, el funcionario no cobra mucho. La seguridad en el empleo, de la que no disfruta el trabajador privado, se compensa con los modestos salarios de la función pública, que tampoco suben mucho a lo largo de los años. Esto con todas las excepciones que se quieran.
Conclusión: si yo fuera el presidente madrileño, Jaime Ignacio González, daría marcha atrás en la privatización de la gestión pero, eso sí, a cambio de que los empleados trabajen más y ganen en productividad. Esa sí me parece una buena idea.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com.