Da toda la impresión que el presidente del Gobierno y su ministra de Igualdad, Srta. Aído, están absolutamente satisfechos del anteproyecto de ley del aborto.
Su mayor logro, ha dicho el presidente, es el de evitar la interferencia de los padres en la decisión libre e íntima de las mujeres, especialmente en edad adolescente. Esta barbaridad es la demostración más evidente de una cultura que reduce las relaciones de maternidad y paternidad a una simple función biológica carente de sentido, una trivialización de la sexualidad y de la maternidad.
En línea con su presidente está una eufórica ministra de Igualdad que, en un alarde de ignorancia, se ha atrevido a negar la humanidad del feto. Presidente y ministra comparten una misma mentalidad de fondo: la que comienza por rechazar la validez universal de las evidencias científicas para acabar reduciendo el fruto de la concepción a una cosa que puede ser expulsada del vientre materno con la sola, libre e íntima decisión de la mujer.
Domingo Martínez Madrid
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