Se dice que a los directores de comunicación (dircom) se les paga por mentir. Aunque aceptemos o no tan cínica conclusión estamos obligados a reconocer que la tarea de los portavoces políticos, empresariales o culturales ha adquirido una dimensión de tal calibre que puede ser parangonable con la de muchos presidentes. A fin de cuentas, vivimos en la sociedad de la información.

Luis Abril Pérez (en la imagen), el dircom español más relevante de todos, maestro de toda una generación, abandona Telefónica. La verdad es que Abril llevaba muchas más funciones que las de dircom, pero lo cierto es que ha sido pionero y ha desarrollado esa labor en el Banco de Vizcaya, BBV, Banesto, Santander y Telefónica, además de aconsejar a los sucesivos gobiernos españoles que siempre, por una u otra vía, le han pedido asesoramiento en materia de imagen.

¿Y por qué razón nadie discutía su primacía? Pues muy sencillo, porque, para contradecir el adagio, Abril no mentía. Naturalmente que estaba obligado a callar mucho de lo que sabía, pero era lo suficientemente inteligente como para dominar los asuntos que trataba y también -importante- para ponerse en el lugar del periodista, un sujeto a la búsqueda de titulares (y hace muy bien en buscarlos).

Ese es el secreto: no mentir y ponerse en el lugar del otro. Otrosí: hablaba con editores y con periodistas, todo a un tiempo, a sabiendas de que el cuarto poder no es el redactor sino el propietario, pero sabedor que, a la postre, es el plumífero quien crea el flujo informativo, no el editor.

Luis Abril ha sido el 'number one' de la neonata profesión de dircom, al menos en España. Ahora sólo hay que esperar que cree escuela.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com.