Por cierto, si los piqueteros serán un instrumento de la política de Kirchner que han acordonado el hotel Sheraton donde se albergará el director gerente del FMI durante apenas tres horas. Los manifestantes llegaron incluso al hall del hotel donde le dirán de todo menos bonito. No es el único foco de movilizaciones. Las calles están tomadas. En el barrio porteño de Balvanera ha estallado una bomba "lanza panfletos" de escaso poder frente a una oficina del BBVA. En el barrio de Caballito, la policía federal ha desactivado una bomba de un restaurante de la cadena norteamericana McDonald's.
Los objetivos de los piqueteros están claros: gallegos y gringos. "No os queremos", repiten sin cesar. Pero la marcha de hoy martes 31 podría ser calificada como el mayor encuentro piquetero de la historia. Entre bambalinas se empieza a hablar de una posible "pueblada", un estallido social que ponga fin al orden de final impredecible.
Kirchner ha preparado ya su carta a los Reyes Magos. Pedirá la postergación de los 1.000 millones de dólares que vencen el mes que viene, que tenga mano izquierda en la revisión de los acuerdos de 2005 y que no se interponga en la negociación con los acreedores privados. Por su parte, el ministro de Economía, Roberto Lavagna es consciente de que Rodrigo Rato llega a Buenos Aires con pocas ganas de negociar y con un ultimátum debajo del brazo.
Por lo que pudiera pasar, Rato acude acompañado del que fuera comisionado del FMI para Argentina, el indio Annop Singh. Acude a la cumbre con un mandato del G7 que se resume en un punto final en los aplazamientos, las demoras, las renegociaciones, las quitas y los incumplimientos permanentes. Malas noticias para el Gobierno Kirchner, que ya se quedó sin crédito y que lanza a las huestes piqueteras para tratar de amedrentar al asturiano. No le conocen.