Quien viste provocativamente pretende ser apreciado por lo que su cuerpo ofrece a los demás y no tanto por quien es. Esto significa rebajar a la persona a un simple objeto de placer.

Sr. Director:

Hace unos días mantuve una larga sesión con un grupo de alumnos de tercero de ESO (15 años). El tema fue a parar a la necesidad de vivir el pudor.

A algunos de ellos el tema les sonaba a chino, sin que lo de chino sea nada peyorativo. La clase duró casi una hora pero valió la pena, llegamos a algunas conclusiones como que:

Quien viste provocativamente pretende ser apreciado por lo que su cuerpo ofrece a los demás y no tanto por quien es. Esto significa rebajar a la persona a un simple objeto de placer.

El pudor en el vestir nace de la intención de ser amado/da y apreciado/da por lo que la persona es y no por lo que ofrece su temporal belleza física.

La persona que viste con pudor es más hermosa. El pudor es una torre de defensa para la fidelidad. Es un muro protector que nos resguarda más de lo que podamos imaginar.

El pudor no es temor a la desnudez, es respeto al cuerpo que Dios nos dio. El pudor nos distingue de los animales; nunca se ha visto a un animal apenado de mostrar la integridad de su cuerpo. El pudor es vestir el cuerpo con dignidad.

Debemos vestirnos como nos gustaría que nuestros hijos se vistieran el día de mañana o como nos hubiera gustado que nuestros padres se hubieran vestido.

Acabé con la idea de no haber perdido la clase y es que cuando a los jóvenes se les ayuda a reflexionar, casi siempre lo hacen bien.

Jesús D Mez Madrid

je.do.madrid@gmail.com