Sr. Director:

Parece que, en lugar de guardar los paraguas, este verano vamos a tener que comprar unos más grandes, porque no tiene visos de escampar.

Mientras las gasolineras se vacían y los mostradores se desabastecen,  en el cielo amenaza el negro nubarrón de una (otra más) subida del Euribor. Los ciudadanos se preguntan indignados dónde está un gobierno que, en lugar de salir al paso de la crisis y coger el toro por los cuernos con un paquete de medidas urgentes, emite a las ondas comunicados con los que pretende convencernos de que, si en lugar de llamarlo crisis, lo llamamos desaceleración o contracción, sus efectos serán menos graves. 

Esta política del sonríe, que ya escampará le ha servido a este Gobierno en el pasado para no mojarse y dejar que las cosas se arreglaran solas, sin sufrir el desgaste que supone la posibilidad de equivocarse al tomar decisiones. Pero esta vez, la táctica del avestruz no les vale, porque llueve sobre mojado.

Ya durante la campaña, les acompañó la huelga de los funcionarios de justicia; se libraron por los pelos de que los agricultores se echaran a la calle, gracias a una lluvia más que generosa con la que ellos no contaban, como demuestra el trasvase que aprobaron (cambiándole también el nombre) y del que luego tuvieron que dar marcha atrás; pero ahora se les encabritan a un tiempo los pescadores y los transportistas, y la solución que proponen (en Bruselas, porque ellos prefieren seguir sin proponer nada) es subir los tipos de interés y aumentar la jornada laboral.

Si no fuera trágico, sería divertido ver el balance de los 100 días de este Gobierno. Porque, aunque sea una perogrullada, al Gobierno lo han puesto ahí para gobernar, para hacer aquello para lo que millones de ciudadanos le dieron su confianza. Y no para esconderse y sonreír, diciéndonos que la culpa la tenemos nosotros por dramatizar y enviar mensajes negativos.

Visto lo visto, y lo que queda por ver, uno se acuerda de una política sin complejos que hace tres meses se subía con sus compañeros a un tenderete en una plaza y hablaba en la calle con los ciudadanos, empapándose de sus problemas y dispuesta a debatir sin guión y sin paraguas. Esa que dio la sorpresa el día de las elecciones, entrando como una piragua entre los dos trasatlánticos,  y que sigue sorprendiendo cada día a parlamentarios y a periodistas, votando a favor o en contra de las propuestas en función de su valía y utilidad para el ciudadano, sin tener en cuenta si vienen del PSOE, del PP, de IU o de los nacionalistas, incluso cambiando de opinión cuando los argumentos que el ponente expone en el parlamento en defensa de la propuesta le parecen válidos.

En definitiva, haciendo gala de democracia, de libertad y de independencia. Sólo por eso, por su forma de hacer política, merece la pena fijarse en lo que dice y en lo que propone. Nos hace mucha falta gente así.

Mario de Echevarría

mariodeechevarria@asetradius.es