Hombre no, todas esas reformas son necesarias salvo la primera, la del sector bancario, una gasto inútil que nunca debió comenzar y que ha hundido un sector mucho más solvente que sus parejos norteamericanos o europeos, que no está mejorando sino empeorando el sector bancario, una reforma que se ha cargado las cajas de ahorros, soporte de la industria española y de la localización del crédito y de una banca más humana.
Pero es el estilo centro-reformista: un paso adelante, uno y medio hacia detrás, dos más dos igual a cinco. A la cobardía le llaman prudencia y a la inacción, moderación. Oiga, señor Montoro: lo único que hay que hacer con un banco en crisis es no hacer nada. Si está quebrado se le deja quebrar, el Estado que proteja al depositante, que no al accionista ni al inversor, y a otra cosa.
Además, en el reto de las reformas aludidas, el PP muestra más centro-reformismo, el estilo que podríamos definir como coitus interruptus. Con un 20% de paro no se trata de "flexibilizar el mercado laboral", tópico ligeramente equívoco, sino de reducir los impuestos laborales y de imponer el despido libre a cambio de una subida fuerte de salarios, que son muy bajos los que tenemos en España.
Este mismo espíritu pepero se deja ver en Educación y en Justicia. La Educación se ha convertido en la punta de lanza electoral de los socialistas contra el Partido Popular: "Para unos la educación es un gasto para nosotros es una inversión", exhalaba el pérfido portavoz del Gobierno Zapatero (sí, Zapatero continúa de presidente del Gobierno), José Blanco. Y, naturalmente, como no es un gasto, el PSOE ha lanzado a los sindicatos de la enseñanza pública -la que ningún padre desea- contra el PP. Éste, en lugar de responder con el cheque escolar, la única medida que asegura la libertad de elección de los padres, continúa rodeándose de empresarios que pretenden convertir la educación en un negocio, dando pábulo de este modo a las críticas de los maestros-funcionarios.
Don Mariano es muy prudente, pero ya se sabe cuál es el significado de tan egregia virtud en la vida política: medroso cuando se trata de influir y agresivo cuando se trata de hacerse con el poder.
Eulogio López
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