Sr. Director:

Volvemos a celebrar unas fiestas que, a juzgar por el ambiente que se procura en tiendas y ciudades, parecen comenzar antes cada año. No tiene esto mucho de sorprendente si se comprueba que las luces, los escaparates de regalos, de dulces, etc son un catalizador de las ventas. Lo que sí resulta más extraño es que se celebren unas fiestas sin que buena parte de la gente sepa muy bien qué se celebra, desde cuándo y por qué. Y es una pena ya lo creo que cunda un comportamiento tan sin sentido.

¿Por qué estas inconsistencias, este no saber por qué ocurre algo en lo que uno está absolutamente inmerso? La causa no es, ni mucho menos, única. Querría apuntar aquí tan sólo una muy concreta, aunque pueda parecer intrascendente: hay cada vez más gente soy docente y me consta que no relaciona la palabra Navidad-na(ti)vidad con su predecesora latina nativitas; la estadística se dispara al alza si se pregunta quién nació, cuándo y para qué. En definitiva, cuál es la razón de tanta fiesta. Afortunadamente, tenemos una respuesta histórica y documentada (por autores cristianos y no cristianos) a todos esos interrogantes; y más afortunadamente aún podemos tenerla no sólo porque exista, sino porque hubo quien supo traducir y transmitir los diversos relatos de los hechos gracias a que sabían griego y latín: son estas lenguas las primeras por orden cronológico en las que se escribieron los relatos que directa e indirectamente nos cuentan qué sucedió. ¿Qué puede haber añadidos apócrifos que hayan ido adornando lo sustancial de los hechos? Seguramente, pero no hay nada de absurdo en lo que realmente pasó.

Luego vendrían las interpretaciones en diversos sentidos. Pero si hoy podemos tener la oportunidad de conocerlas es en parte por el mismo motivo : los interpretadores conocían las fuentes en su idioma original, que es el mismo que, más o menos evolucionado, sirve de medio para que sus conocimientos puedan ser transmitidos en y a través de buena parte de centros culturales europeos; y de ahí al pueblo.

En definitiva, el conocimiento de unas lenguas ha permitido y permite encontrar muchas respuestas y explicaciones a hechos que se recuerdan, se celebran o tienen lugar todos los años en el marco de nuestra cultura. Y diría más: ayudan a entender sucesos que aparecen todos los días y en todas las vidas; pero dejemos eso para otro momento. Lástima que haya quien se empeña en borrar, disimular o cambiar las huellas de la verdad, que es lo que tantos decimos buscar y hacer que aflore. Otro contrasentido, por cierto.

Concha Cabrillana

Facultad de Humanidades. Universidad de Santiago

ccabri@lugo.usc.es