Sr. Director:
Es de todos sabido que José Luis Rodríguez Zapatero transmite una gran seguridad por su modo de decir las cosas: su mirada dirigida al infinito, el aplomo con que afirma lo que piensa nos haría pensar que es un hombre de profundas convicciones.

El problema viene cuando piensas un poco lo que dice hoy, lo que dijo hace unos meses y lo que decía hace una semana. Y como botón de muestra, el aborto. En una entrevista del 29 de junio de 2008 en un periódico nacional dice que el PSOE de 2008 ya no habla de una nueva ley de plazos para avanzar en la ley del aborto ni de eutanasia, como el PSOE de 2004. Ayer sale en el mismo medio que Zapatero, se ha comprometido a plasmar en leyes las resoluciones aprobadas en el congreso del partido, como la revisión de la ley del aborto. ¡Sólo una semana después! Este hombre o es un visionario o le ha llegado un mensaje de su consejo de sociólogos (que pagamos todos los españoles de a pie) de que puede decir esto y que no pasa nada, que la sociedad está suficientemente aletargada para que le dé igual 8 que 80 en el tema del aborto y que les rinde más seguir buscando votos en caladeros radicales.

El escritor norteamericano Tom Wolfe al ser preguntado en una entrevista sobre el fracasado candidato presidencial demócrata de 2004, John Kerry, dijo: «Es un hombre por el que nadie debería estar preocupado, porque no tiene ningún tipo de convicciones. No va a poner en marcha ningún plan maníaco radical, porque se deja guiar por las encuestas, y es imposible, por tanto, saber dónde está ni a favor de qué». Lo preocupante de Zapatero es que, sin convicciones y pendiente de las encuestas, tiene el poder. Así que… a temblar.

Santiago Chiva de Agustí

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