Porque sí, porque le dió la gana al operador dominante, es decir, al monopolio de Telefónica, desde el pasado día 10, las páginas de este periódico electrónico, y las de cualquier otro proveedor de contenidos cliente de la compañía presidida por César Alierta, no se actualizan cuando lo decide el propietario del dominio (en el caso de Hispanidad.com, a las 15.00h., hora local española) sino cuando el señor Alierta considera adecuado, que puede ser hasta cinco horas después.

Telefónica ha seguido aquí la regla habitual en los bancos: primero cóbrale más a todos los clientes, luego retírale el sobre-cobro a aquellos clientes que protesten. Sólo a esos. Eso sí, además, afirman, sin inmutarse, que la renovación mejorará el servicio y aumentará la velocidad de acceso. Bueno, el efecto está siendo exactamente el contrario.

Es más, en un alarde de buen servicio, el operador monopolístico se permite explicarnos en qué páginas WEB se encuentra la solución para arreglar las posibles (es decir, seguras) distorsiones que sus cambios provocan... sólo que esos métodos no funcionan.

El problema es sencillo de entender: Telefónica, aprovechándose de su primacía, ha conseguido una cuota de mercado en banda ancha, con la tecnología ADSL, superior al 80% (sobre un total de abonados que, en España, está a punto de alcanzar el millón de clientes). Pues bien, resulta que el ADSL sólo aporta lentitud desde que Telefónica decidiera "innovar".

Si la empresa de César Alierta constituye el brazo armado del Gobierno Aznar para implantar la sociedad de la información en España, no parece adecuado decidir unilateralmente los cambios, fastidiar al usuario, al que ya se le ha hecho pagar una fuerte cuota de enganche (mínimo de 180 euros), más 40 euros de mensualidad... para comprobar que el ADSL es tan lento como la vieja línea banda estrecha, y que el emisor y el navegante  no pueden actualizar sus páginas favoritas sin recurrir a "trucos" (aconsejamos el de presionar la techa de "ctrl" Y la de actualización a un tiempo).

Es más, el monopolio del transportador de señal, puede provocar, en teoría, una parálisis de la transmisión de información a través de Internet, o al menos retrasarla cuanto considere menester, en un mundo informativo que se rige por la instantaneidad. Eso es pensar mal de los gestores de Telefónica, pero ¿por qué tendríamos que pensar bien?

Los bancos también exhiben otro principio cínico: La fidelidad de un cliente depende del número de recibos que les cobres. Al parecer, Telefónica ha tomado buena nota: la fidelidad de un cliente depende del número de recibos que le cobres (fijo, móvil, banda ancha) y de las veces que le saques de quicio por anomalías en cualquiera de ellos. Total, es muy raro que acuda a la competencia, recluida en la marginalidad, salvo en telefonía móvil.

Si las telecos fallaran tanto como las eléctricas viviríamos en el mundo de los apagones.

Y lo más gracioso de todo, es que el ministro responsable de pararle los pies a Telefónica es Josep Piqué, y el Gobierno que debe hacer lo propio es el Ejecutivo Aznar, gran protector de la Compañía.