Yo quiero que un negro sea presidente de los Estados Unidos, pero no Barack Obama. Yo también quiero que una mujer dirija el poderoso Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no Christine Lagarde.

Entre otras cosas, porque en el concurso de méritos presentado por ella misma, nos encareció los cuatro logros que la acreditan para esa función: abogada, ejecutiva, ministra y mujer. Para mí lo último sobra.

¿Ser mujer es un mérito? Sólo para las mujeres cretinas y para los hombres idiotas ¿Eligió ella bajo qué condición sexuada debía venir a este mundo? No parece.

Algunos incluso censurarían con fuerza otra de las condiciones, la de abogado. Es sabido que en los conflictos judiciales entre cielo e infierno siempre ganan los demonios, porque San Pedro no dispone de ningún letrado en la gloria, pero dejemos eso.

No me gusta Lagarde porque es un producto político, uno más, de los mercados financieros.

Vamos que Lagarde pertenece al club de los que piensan que el mercado, poderoso caballero, es dios, y que han puesto la economía real al servicio de la especulación financiera otorgando razón al primer 15-M.

En plena crisis financiera las concepciones económicas son dos: o a favor de los recortes o a favor de que quiebren los quebrados. Los primeros, entre los que se encuentra Lagarde son partidarios de que todos los contribuyentes cubran las pérdidas de los financieros codiciosos. Los segundos son partidarios de proteger al depositante y no al inversor, que libremente asumió un riesgo pero sólo reclama la ayuda de todos cuando ve reducidas sus ganancias.

Lagarde pertenece a los partidarios de los rescates. Y así, bajo su égida y bajo la de la clase política actual, jamás saldremos de la crisis y, de paso, Occidente perderá la supremacía mundial, lo que puede resultar un problema para la libertad futura de la humanidad.

Y todo ello, aunque nos resulte incomprensible, a pesar de su gran mérito para dirigir el FMI: ser mujer. Christine, no seas cretina.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com