El pasado mes de octubre se anunció la concesión del Premio Nobel de la Paz a la Unión Europea.
La Academia Noruega explicaba que el galardón se había otorgado por la contribución a la paz en el Viejo Continente y a la democracia en los que antes se llamaban los países del Este. Para las nuevas generaciones es difícil comprender la gran aportación que supuso la puesta en marcha de la Comunidad del Acero y del Carbón que dio lugar a la actual Unión. Europa fue un Continente especialmente castigado durante el Siglo XX por dos grandes guerras, y su historia desde la edad moderna está marcada por los conflictos. Ahora afortunadamente todo eso nos parece cosa del pasado.
Como también nos parece algo remoto que el Viejo Continente estuviera separado por un telón de acero y que al otro lado de ese muro no hubiera libertad. Bienvenido sea ese Premio y que Europa sepa mantener el espíritu cristiano de sus impulsores, pues están apareciendo signos imbuidos de cierto sectarismo como el caso Tonio Borg.
Jesús Domingo Martínez