Sr. Director:

Con la llegada de la primera Luna llena de primavera, vemos aparecer cada año la Semana Santa. Los sentimientos de piedad recorren durante estos días, cual viento sigiloso, el orbe cristiano: se trata del recuerdo, hecho vida en el arte, de la  Sagrada Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

No habrá pueblo alguno en España que no tenga su Semana Santa, anonadados muchos de los fieles cristianos ante el misterio de Amor de un Dios que tomó nuestra naturaleza para acompañarnos en nuestro dolor y redimirnos del pecado. Horas Santas, Oficios Divinos, Representaciones artísticas de la Pasión y Muerte del Redentor, se expanden por la geografía española y americana.

Imagineros de singular habilidad han sabido plasmar en sus tallas con admirable realismo, el sufrimiento del Hijo de Dios, que se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado. A su lado, la imagen de la Virgen Dolorosa. Hay en Castilla dos Dolorosas de singular belleza y especialmente queridas en Valladolid: la de Juan de Juni, en la iglesia de las Angustias,  y la de Gregorio Fernández, artísticamente insuperable, en la iglesia penitencial de la Santa Veracruz. 

¿Por qué no le ahorraría Dios tanto sufrimiento a su Madre bendita? ¿No sería, entre otras razones, para que podamos sentirla a nuestro lado cuando a nosotros nos visita el dolor? La mirada de la Virgen Dolorosa es bálsamo para nuestras heridas. Algo capaz de romper las entrañas al ver desfilar la procesión, es el recuerdo de las palabras del Evangelio de Juan: "Vino a los suyos y los suyos no le recibieron". Frente a nuestro desacato e injusticia, la maravilla de un Dios Amor siempre dispuesto a perdonar y que salva al que se arrepiente.

Josefa Romo

josefaromo@gmail.com