A los encargados de calificar las películas les preocupa las escenas violentas más que las de sexo. Si una película tiene sangre, recibe la calificación de no apta para menores. No así el sexo explícito.
Una prueba está en 9 Songs, con 35 minutos de sexo duro filmado en primeros planos. La película del británico Michael Winterbottom fue calificada de apta en Gran Bretaña por el British Board of Film Classification y se proyectó en el circuito normal y no en el de las películas X. Consideró que era "sensual pero no sexual", admitiendo que la intención de una película sexual es la "excitación sexual; y ésta no es la intención que subyace en esta película".
El crítico Brendan O'Neill comenta que la decisión de no enviarla a las sex shops muestra que la pornografía está de moda entre las élites cinematográficas: la incapacidad de la sociedad para establecer una distinción clara entre el arte y la pornografía es experimentada como algo divertido, audaz, sexy. De modo que hay literatos, académicos y galeristas que celebran la pornografía, alegando que dice algo profundo sobre la condición humana. Pero, por mucho que les fascine, lo que revela es algo profundo sobre nuestra cultura atontada y degradada.
Los entusiastas de la pornografía desprecian a los consumidores tradicionales de este material. Una cosa es su superior e ilustrada apreciación de la pornografía y otra la mugrienta torpeza de los que recorren las tiendas Todo sexo en busca de películas excitantes. División maniquea y sesgada que se inventa la diferencia entre la buena pornografía, apreciada por la gente distinguida, y la mala, propia de gente sin nivel.
A esta nueva pornografía ha contribuido su inclusión en la televisión, como un servicio más. Con motivo de los 20 años de Canal Francia, la antigua estrella del porno Brigitte Lahaie daba gracias a la cadena por contribuir a que el porno haya entrado en las costumbres sociales.
En cambio, las mujeres rechazan la publicidad con imágenes sexuales crudas. Nicola Mendelsohn, de la agencia Grey de Londres, explica el éxito que ha tenido una depiladora en cuya publicidad se usaba una silueta neutral en vez de una imagen abiertamente sexualizada. Otro publicitario, Peter Frost, dice que las imágenes explícitamente sexuales son de mal gusto y cada vez más irrelevantes. También muchos hombres prefieren una publicidad más humorística e informativa. Según el instituto de marketing CIM, sólo el 6 por ciento de los espectadores se consideran influidos positivamente por imágenes sexuales en la publicidad.
Clemente Ferrer Roselló
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