En un hotel de Beirut se juega mucho la economía europea. Allí se encuentran los ministros de petróleo de los países miembros de la OPEP, haciendo bailar a los mercados financieros según convenga. Por ejemplo, las declaraciones del ministro kuwaití Ahmad Fahad Al-Ahmad Al-Sabah (miembro de la familia gobernante Al-Sabah, como no podía ser de otra forma), apoyando la opción saudí, que consiste en aumentar la producción de crudo en 2,5 mb/d (es decir, millones de barriles por día), hasta un total de 26 millones.

 

De inmediato, los precios del crudo comenzaron a caer. Sin embargo, la tibia actuación del presidente de la OPEP, el indonesio Purnomo Yusgiantoro, así como las reticencias de otros países, hacía que a media mañana del jueves 3, los precios volvieran a acercarse a los 38 dólares el barril de Brent.

 

Al final, parece que los delegados van a llegar a una solución salomónica: se aumentará la producción de forma inmediata en 2 millones de barriles, y en agosto en 500.000 barriles más.

 

En resumen, Arabia se consolida como el aliado natural de Estados Unidos en el Golfo Pérsico, algo que no soñaban a esas alturas ni los saudíes ni los norteamericanos.