Como dicen mis amigos argentinos, vivimos en una sociedad mediática. Por ello, ninguna imagen mejor que aquella de La Hoguera de las Vanidades, de Tom Wolfe. En el Bronx, no muchos, unas cuantas decenas de manifestantes, armados con pancartas, esperan tranquilamente a que lleguen las cámaras de televisión. Cuando por fin aparece la unidad móvil del telediario de la noche, los aguerridos manifestantes se ponen en marcha y comienzan a vociferar sus reivindicaciones. El portavoz del grupo, con su amigo detrás, echando las tripas por la boca, responde a las preguntas de la intrépida reportera. Cuando esta le despide, los manifestantes pliegan sus pancartas y se marchan.
O sea, la sociedad mediática. Lo que no sale por televisión o por Internet, simplemente no existe. El problema es que las páginas de Internet son millones, mientras que el número de canales de televisión con información propia se cuentan con los dedos de las dos manos en la mayor parte del planeta.
En paralelo, los políticos gobiernan, como se diría en lenguaje taurino, mirando hacia el tendido. No gobiernan para los ciudadanos, sino para los medios informativos.
Dos razones estupendas que generan dos intereses coincidentes: los de Federico Jiménez Losantos (FJL), director del programa matinal de COPE, y Pedro J. Ramírez, director del diario El Mundo. Tras perder el poder, el Partido Popular se ha quedado sin televisiones ni radios que le defiendan (salvo algunas autonómicas) y continúa buscando con desespero un medio amigo que le retrate favorablemente, eso es justamente lo que pretende la alianza creada entre la cadena de emisoras COPE y el diario El Mundo, o para ser más exactos entre Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez. La verdad es que los principios cristianos les traen a ambos al pairo, pero, miren por dónde, Pedro José acaba de recordar, qué cosas, en su periódico, que la píldora post-coital es abortiva, mientras don Federico ha convertido la COPE en una defensa numantina del Partido Popular, como si los 10 mandamientos fueran la ponencia política del último Congreso de la derecha española.
Católicos no son, pero les interesa mucho el poder, la influencia y el dinero que les puede reportar convertirse en representantes del voto cristiano y en portavoces mediáticos de la Iglesia. Es probable que no crean en Dios, pero sienten una fe profunda en el capitalismo (son modernos por capitalistas o capitalistas por modernos, no estoy muy seguro). Píos no son, pero su devoción a los intereses del Partido Popular no lo superaría ni el campeón de los tartufos.
Por el momento, tienen secuestrada mediáticamente a la Iglesia. Al Partido Popular no del todo, pero están en ello. Por ejemplo, ya reparten carnet de fidelidad al Aznarismo, según grado de unidad patriótica, apoyo a la Guerra de Iraq (oyendo a don Federico uno diría que la oposición a la Guerra de Iraq es fruto de la senilidad de Juan Pablo II) y amor por las universidades de lujo, especialmente si en ellas cursan estudios los familiares del señor Jiménez Losantos, que no pasa apuros a fin de mes. Por ejemplo, Gallardón no les gusta, no por sus ideas, sino porque coquetea con los enemigos de don Federico y don Pedro José. Esperanza Aguirre, por contra, merece su aprobación más entusiasta, no porque les gusten sus ideas: lo que les gusta es su docilidad a Federico y Pedro José. En definitiva, don Fede y don Pedro suspiran por repetir el esquema de Jesús Polanco en Prisa-Sogecable. Ya saben: no es que El País sea progubernamental, es el Gobierno Zapatero quien obedece a El País.
Además, puede que el binomio se convierta en trío, siempre que Jaime Castellanos, presidente del Grupo Recoletos, logre hacerse con el control de Pearson y lanzar la triple, que no santa, alianza. Solo hay un problema: para eso se necesita dinero, y los tres portavoces de la derecha española siguen el viejo lema del gallego: Loisiño, los negocios hay que hacerlos sin dinero, porque si metes los cuartos puedes perderlos. Repasen el historial de esta troika liberal: nunca han puesto un duro en las empresas informativas que controlan.
Federico Jiménez Losantos y Pedro José Ramírez no emiten un ideario cristiano, entre otras cosas porque nadie da lo que no tiene. Simplemente, el primero se aprovecha de la bondad de la jerarquía (en los únicos medios informativos donde existe pluralismo interno es en los medios católicos), mientras Pedro J. Ramírez intenta conseguir su sueñ controlar un multimedia sin poner un duro. O sea, sustituir el control societario (demasiado oneroso) por el control ideológico, mucho más efectivo. A fin de cuentas, lleva 10 años en ello y no le ha funcionado mal.
En resumen, se está creando un grupo mediático afín al Partido Popular, que pretende presentarse como de ideario cristiano y no lo es. Y no perdería el tiempo en denunciarlo si no fuera porque ya está bien de que el Partido Popular haya secuestrado el voto católico (riéndose de los católicos) y una serie de periodistas espabilados pretendan secuestrar, también, la información cristiana.
Un detalle: En la mañana del viernes 8, Federico Jiménez Losantos identificaba a Familia y Vida como un partido extremista, y lo hacía aprovechando las antenas de la COPE. Días atrás, desde Libertad Digital (producto publicitado a través de la COPE) volvía a calificar al partido Familia y Vida como católico integrista e incluso como xenófobo (la verdad es que estaba tan mal escrito que no se sabe si aludía a una condición, a la otra, o a las dos). FJL sabe perfectamente que Familia y Vida no tiene nada de integrista (ni tan siquiera es confesional, aunque algunos pensamos que debería serlo), y mucho menos de xenófobo. Lo cierto es que Familia y Vida ha huido como de la peste desde su fundación de todo lo que huela a extrema derecha, y sus reivindicaciones en materia de justicia social son patrimonio de la izquierda clásica. Pero la mentira forma parte de la lucha política y profesional, o al menos así lo ven algunos. Por ejemplo, don Federico, que tanto sufre cuando alguien le puede quitar votos al Partido Popular. Mejor, a su Partido Popular. Ese que se aproxima tanto, y tan peligrosamente, a la concepción fastistoide de que ya no cree en Dios, pero adora a la nación española. Bueno, a la nación española y a las tomaduras de pelo disfrazadas de muy liberales ampliaciones de capital. Hay que reconocer que ya no creen en Dios, pero sí en el imperio y en la especulación financiera.
Y mucho me temo que este proceso de perversión ideológica y de manipulación del cristianismo no esté ocurriendo tan sólo en España.
Eulogio López