El rey compromete su imagen pública con el corte de mangas de Vitoria. El mundo económico se aleja de La Zarzuela

La imagen está dando la vuelta al mundo, es decir, a Internet. Fue captada por la televisión autonómica vasca ETB durante la visita que el pasado lunes 21 realizaron los Reyes de España a Vitoria. Mientras una parte de la multitud aplaudía y gritaba "viva España", la otra, independentista ella, increpaba a sus Majestades. Fue, entonces, cuando el monarca se dio media vuelta y, con gran entusiasmo, exhibió un dedo corazón que se revolvía en dirección norte, enhiesto surtidor de sombra y sueños.

ETB, patrocinada por el Gobierno vasco, no se cansa de repetir la escena, recogida como instantánea o vídeo en la red. Los equipos de Comunicación de la Casa Real (¡Qué haríamos sin ellos!) se han apresurado a explicar que se trata de una "mala interpretación del saludo". Es sabido que cuando alguien dice que no se le comprende es por lo contrario: se le entiende perfectamente bien.... aunque se trate de un Rey. Todos comprendemos que la murga abertzale es capaz de sacar de quicio al más templado, pero el Rey no puede permitirse esos lujos.

El gesto regio recuerda aquella cancioncilla que entonaban los liberales sobre el ancestro de don Juan Carlos I, el rey Fernando VII:

"Este narizotas, cara de pastel, a los liberales no nos puede ver".

Al monarca no pareció afectarle la copla en demasía, porque sus consejeros le oyeron un buen día, por los pasillos de palacio, entonar la misma canción con unas ligeras modificaciones literarias:

"Este narizotas, cara de pastel, a blancos y negros os ha de joder". (Mantenemos el verbo por rigor histórico).

Los blancos eran los liberales y progresistas y los negros, los reaccionarios absolutistas. El Rey no se fiaba de ninguno de los dos.

Naturalmente, los reductos de libertad que quedan en la sociedad mediática han sido los que se han hecho eco del asunto. A pesar de que las imágenes obraban en poder de ETB desde el lunes 21, hasta el jueves 24 no se armó la marimorena. Entonces, cada cual cumplió su papel. Así, por ejemplo, el diario El País se lanzó en defensa de la Monarquía, cada vez más "su" Monarquía, intentado esquivar la cuestión. ABC y La Razón hicieron lo propio. Sólo el diario El Mundo se ha saltado la norma no escrita y un punto mafiosa, porque, a fin de cuentas, Pedro J. Ramírez no soporta que alguien brille más que él por el simple hecho de ser Rey de España. Televisión Española (TVE), naturalmente, ha servido como cortafuegos, y también naturalmente, los medios electrónicos y la prensa gratuita, convertidos en el sistema informativo alternativo, son los que han dado más tratamiento al asunto.

Y la cosa no ha terminado ahí. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha realizado una muy inoportuna (es decir, oportunísima) encuesta sobre la Monarquía. Ahora resulta que el 55% de los españoles considera que la Monarquía es cosa del pasado, lo más terrible en un país que idolatra la novedad y que considera que lo nuevo es bueno y lo bueno necesariamente tiene que ser nuevo. Pues bien, El País lo arregla mezclando dos preguntas de la encuesta: "La mayoría (de los españoles) opina que la Monarquía es algo del pasado, pero garantiza la estabilidad". Es sabido que el valor más apreciado en la clase política española, no así en la hispanoamericana, es la estabilidad, aunque se trate de la estabilidad de los cementerios.

La encuesta continúa desgranando peligros para los monárquicos: "El 50% de los españoles siguió con poco o ningún interés la Boda" (boda sólo hay una).

La verdad es que se están acabando los juancarlistas, excepto aquellos que están en la cúspide del poder, y que, por tanto, adoran la estabilidad, el que nada cambie, tampoco la Monarquía. Desaparecen los juancarlistas y no aparecen los monárquicos de la nueva generación. Los únicos felipistas que quedan en España siguen siendo los seguidores de Felipe González, no de Felipe de Borbón.

Otrosí. Tanto en los mentideros monárquicos como en los periodísticos (tan cerrados los unos como los otros) se repite de forma machacona la misma idea: "Letizia terminará con la Monarquía", idea ya espetada por el propio monarca, aunque referido a su hijo y heredero.

En cualquier caso, la "corta luna de miel" de la pareja ha terminado con la forzada luna de miel entre el príncipe heredero y el pueblo español. Si su padre, además de errores como el de Vitoria, concitó simpatías a su alrededor, el príncipe, bastante más estirado que su progenitor, no despierta ninguna.

Y así, la Monarquía ha pasado a ser cosa del pasado. De poco va a servir que doña Letizia Ortiz y su esposo reciban a los padres de la Constitución y se acerquen todo lo posible al nuevo Gobierno socialista.

Lo cierto es que esta Monarquía ha caído en las garras del Grupo PRISA de Jesús Polanco. Dicen en Ferraz (la sede del PSOE) que el monarca se siente mucho más a gusto con Rodríguez Zapatero que con José María Aznar. Pero eso no es un defecto de Aznar, sino una gran virtud. Aznar no estaba dispuesto a sostener la financiación privada de la Monarquía, una de las piezas clave de la perdurabilidad del Régimen, democrático pero cortesano, que ha implantado Juan Carlos I. Demasiados financieros amigos del Rey están en la cárcel, y ahora resulta que los banqueros y empresarios ya no se fían de la Casa Real. Eso exige que el Estado sustituya a la iniciativa privada en el sostenimiento financiero y social de la Monarquía (el sostenimiento financiero no sólo es el que figura en los Presupuestos Generales del Estado, que no deja de ser una mínima parte del total del gasto real), pero tanto el Ejecutivo socialista como su verdadero mentor, el Grupo PRISA de Jesús Polanco, están dispuestos a dar algo por nada. El monarca contará con su neutralidad mientras representa un modelo de su estilo de vida progresista y mientras abra a los socialistas y a PRISA las puertas que debe abrir. En otro caso...

Es decir, que estamos ante la Monarquía de PRISA. Lo malo es que, o se libera de ese yugo, o puede que la Monarquía tenga que marcharse de España... muy deprisa. Para Juan Carlos I es demasiado tarde para reinventarse. Lo malo es que don Felipe parece muy contento con el suave yugo de Polanco.