Para celebrar el hecho de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha rechazado la equiparación del feto con una persona, por lo que se supone que los seres humanos comenzamos a existir cuando nos inscribimos en el Registro Civil (¿cosa más romántica!), se ha celebrado en Telemadrid un debate sobre el aborto, en el inefable programa de verano que presenta Marta Robles, y que seguramente es lo que su director general, Manuel Soriano, considera un modelo de televisión plural, ejemplo para las televisiones públicas controladas por el Partido Popular.

En Telemadrid en general, y Marta Robles en particular, se cree en la igualdad de la mujer. Por eso, colocaron en un lado a Victoría Andía, del partido Familia yVida, madre de seis hijos y uno en camino, enfrente del representante de una clínica abortista, de una mujer que había abortado, a plena satisfacción oiga usted, y el inefable Javier Sádaba, catedrático de Ética. Para compensar la balanza, la presentadora, Marta Robles, apoyaba el aborto, naturalmente.

Lo de menos es el debate. A fin de cuentas, el aborto no es una cuestión a debatir sino a evitar, como ocurre con el robo, la estafa y la agresión. Pero hasta uno, que ya está acostumbrado a todo, no puede por menos de extrañarse cuando el señor Sádaba se dirige a la embarazada Victoria Andía, y le espeta:

-"Eso" que llevas ahí…

'Eso' era la niña que nacerá dentro de un mes, como se encargó de recordar su madre.

¿Comprenden? Para el señor catedrático, precisamente de Ética, una niña de ocho meses es "eso". Así que no es de extrañar que, modesto como un catedrático, Sádaba, o sea, 'Él', advirtiera que los 30 catedráticos de ética que existen en España piensan como él. Esto es una noticia, una exclusiva, verdaderamente pavorosa. Es asombrosa, pero no sorprendente. A fin de cuentas, todos sabemos cómo se accede a una cátedra, por cooptación, personal e ideológica. Estamos ante la mafia de la ética, la mafia de los 30. No coincidirán en su aprobación del aborto, sino hasta en sus gustos culinarios. De otra forma, no serían catedráticos de ética.

Eulogio López