El Senado norteamericano intentó terminar con los paraísos fiscales, sólo para descubrir dos cosas: que era imposible y que en ellos se arracima un 20% del ahorro mundial.

Ahora bien, una amnistía fiscal es una forma de crear precedentes y ansiedades. Precedentes porque cuando se perdona a un tipo de defraudador -en este caso los más ricos- hay que perdonar a todos -por ejemplo, a quienes contratan una caja de seguridad en un banco y colocan allí su dinero negro-. De otra manera, aumentará la tendencia a defraudar... por agravio comparativo.

Además, las amnistías provocan ansiedad. Dicho de otra forma, animan a defraudar en la esperanza de futuras amnistías.

Ahora pasemos a la moral (que no es lo menos que preocupa a la gente, sino lo que más): éticamente, sólo puede aceptarse un cambio fiscal vía ley, sin retroactividad. Si una tarifa es injusta hay que cambiarla, no mantenerla en vigor anulando sus efectos. Lo que pretende ZP no sólo es peligroso, sino que es inmoral. Aunque lo cierto es que casi todo lo inmoral termina por ser peligroso.

En cualquier caso, la fiscalidad sobre el ahorro está gravada en España con el 18%, poco menos que el consumo y menos que el beneficio empresarial. Puestos a amnistiar podríamos revisar otros impuestos más duros para el conjunto de la población: impuestos laborales, municipales, etc. Se amnistía a los pudientes por la comodona razón de que es más difícil perseguir a los ricos que a los pobres.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com