La inmersión lingüística aplicada por los gobiernos convergentes y continuada por el tripartito catalán ha demostrado ofrecer escasos éxitos. Al menos, esto es lo que cabe concluir de la nota media de catalán obtenida por los 23.000 alumnos en el último examen de selectividad. La media ha bajado del 5,23 del año pasado al 4,9 en este ejercicio. O sea, suspenso.
Y eso a pesar del empeño catalanista en convertir en catalanoparlantes a los "charnegos" que "todavía" se expresan en la lengua común del Estado. Algo falla. A lo mejor, que los intentos políticos por forzar la realidad terminan por no fructificar. Quizás que la lengua es un ser vivo propiedad de sus usuarios, no un instrumento político.
Ante esta realidad caben dos opciones: o gobernarla o retorcerla como al mono hasta que hable inglés. ¿A que no adivinan la opción que seguirá el molt honorable Pasqual Maragall?