Sr. Director: 

 

La Lealtad, en el caso de un "conseller en cap" o en el caso de cualquier gobernante, implica un compromiso de Responsabilidad y Honestidad para con todos los que son gobernados. Es decir, en el caso que nos ocupa, para con el Pueblo de Cataluña. Pero también, por ser la Generalitat una institución que comparte competencias con el Estado, y por ser Cataluña una Comunidad Autónoma del Reino de España, la Lealtad está unida con el civismo, y es cívico el que sigue escrupulosamente las reglas y la política de la organización, y el que respeta la Autoridad.

El pecado del señor Rovira consiste en una estima de sí mismo, al buscar la atención y el honor para su amor propio. El señor Rovira quiso "inventar la pólvora" y se encontró con que la pólvora la inventaron los chinos. El pecado del señor Rovira, es un pecado de deslealtad por soberbia, de irresponsabilidad por incivismo, de imbecilidad a fin de cuentas. 

Pero, abstrayéndonos de la estupidez pueril del advenedizo, la pelota se sitúa en el campo del PSOE, que no son nuevos en las artes de la política. El partido de Zapatero debería volver a la sensatez institucional, y no dejar que políticos de "tres al cuarto" jueguen a ser "príncipes de la paz", a arrogarse poderes que no les son propios, o hacer que Cataluña se convierta en un gallinero. Al partido de Zapatero le crecen los enanos, pero eso le pasa por poner los huevos en distintas cestas. Al partido de Zapatero le pasa en Cataluña como al león, que después de preguntar al elefante quién era el Rey de la Selva, éste le enroscó en su trompa y lo tiró al aire y zarandeó, poniendo sobre el león su inmensa pata. Y el león, dolorido, le farfulló al elefante: "No hace falta que te enfurezcas tanto por no saber la respuesta".

Pablo de Saavedra

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