Sr. Director:
El Papa Francisco, que no ha dejado de mostrar su cercanía con las minorías religiosas perseguidas y que incluso se ha mostrado dispuesto a ir a Irak, ha planteado el problema moral que subyace para restablecer el orden: si por un lado considera obligado detener a los agresores por su manifiesta injusticia, por otro advierte que "detener" no significa bombardear, ni una guerra.

Lo que ocurre es que los yihadistas del Estado Islámico ni entienden  de moral, ni de respeto alguno de los derechos humanos, en especial la libertad religiosa, al haberse investido a sí mismos de la obligación de convertir al Islam, bajo amenaza de muerte, a los que considera "infieles", entre ellos los cristianos.

En el fondo, la cuestión que se plantea es la indiferencia con que los países islámicos y las asociaciones de musulmanes, tan sensibles ante los atisbos de blasfemia, seguro que recuerdan algunos casos en los últimos años, asisten desde hace años a los crímenes cometidos en nombre de su religión por los múltiples grupos yihadistas en diversas partes del mundo. Esa indiferencia es la que, en realidad, da alas al terror.

Jesús D Mez Madrid