Sr. Director:

 

El pasado 6 de junio, con una carta pastoral leída en todas las parroquias y comunidades de la diócesis, el Obispo de Calgary, Monseñor Fred Henry salió al paso del contumaz escándalo del Primer Ministro canadiense, Paul Martins.

Dice en su carta Monseñor Henry, "Paul Martin se presenta frecuentemente en los medios de comunicación como un ‘católico devoto' (comprometido), sin embargo sus recientes declaraciones sobre su posición sobre el aborto y las llamadas uniones del mismo sexo, han sido causa de escándalo en la comunidad católica y revelan una incoherencia moral fundamental".

Monseñor Henry hace referenciada la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunas cuestiones que atañen a los católicos en la vida pública (24-11-02) y dice: "la Nota recuerda a los políticos católicos su obligación de ser moralmente coherentes. No hay dos vidas paralelas. Por un lado la así llamada vida espiritual (...) y por otro la llamada vida secular, en la familia, en el trabajo, en las responsabilidades de la vida pública y en la cultura (cfr. n. 6 de la Nota)".

Recuerda el Obispo que en cualquier tema de la vida pública es moralmente incoherente hacer caso omiso de las convicciones personales por pragmatismo o incluso por nobles razones. Recuerda que la verdad acerca de la persona y sus obligaciones es una, tanto en la vida privada como en la vida pública o en la esfera política. "Los políticos católicos deben desde su trabajo proclamar la verdad sobre el hombre y el mundo".

La dignidad de la persona y sus derechos, sigue diciendo, le han sido dados a ella por Dios. "Desde esta perspectiva no hay derecho al aborto. Los católicos no pueden adoptar una postura ‘pro-elección' (abortista), porque esa elección involucra a la persona inocente". Y continúa, lo mismo puede decirse del "derecho" a casarse de las personas del mismo sexo. "El matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer con exclusión de todos los demás".

Concluye Monseñor Henry diciendo: "Todos los políticos católicos, incluido el Primer Ministro, deberían imitar el ejemplo de Santo Tomás Moro", quien demostró con su vida y con su muerte que la política no se puede separar de Dios y de la moral. "En él no se encuentran signos de división entre la fe y la cultura, entre los principios permanentes y la vida diaria, sino una convergencia de objetivos", Moro sirvió bien a su rey y a su país, pero antes que nada fue un buen siervo de Dios. 

Elena Brañas

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