Poco antes de morir, Chesterton cayó en estado de semiconsciencia, y su esposa Frances y su secretaria y amanuense, Dorothy Collins, le oyeron exclamar en un susurro: La cuestión está ahora harto clara. Todo está entre la luz y las tinieblas y cada cuál debe escoger su bando. Para algunos biógrafos, Chesterton hablaba de su muerte, pero el rey de las paradojas odiaba las paradojas inútiles, aquéllas que son meros juegos de palabras, del mismo modo que el buen humorista aborrece a quien pretende convertirlo todo en un chiste.
Algunos biógrafos consideran que son las palabras de un moribundo que afronta la decisión final, el acto más importante de la vida, la muerte, que, a su vez, decide todo lo demás. Otros, y me apunto al segundo equipo, aseguran que no habla el agónico sino el ensayista, el hombre que había puesto el broche a la modernidad. En plata, que GKC no estaba hablando de sí mismo sino de la humanidad. Es como si hubiera dicho: Por encima de toda la confusión reinante, ya está todo dicho, todo debatido, es la hora de elegir. Y la elección, disfrazada de mil nombres, es la misma de siempre: con Cristo o contra Cristo. Hay una tercera, la peor de todas: al margen de Cristo.
La gran trampa del materialismo práctico en el que se desenvuelven nuestras vidas consiste en creer que la realización de una vida depende de sus conclusiones intelectuales. Somos lo que pensamos, asegura el mundo, no sin cierta razón, si nos referimos a un ser racional, Pero recuerde que vivimos en la era de la incoherencia y si no vives como piensas acabas pensando como vives.
No, no somos lo que pensamos sino lo que amamos y odiamos. Las convicciones ayudan pero no definen, porque hay que serles fieles.
En este punto, conviene recordar que cristiano no es aquel que cree en Cristo sino aquel que ama a Cristo. Y sí, ya hemos discutido todo lo discutible. Ahora cada uno debe elegir entre la luz y las tinieblas. Y la elección no admite demora.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com