La vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega aclara que no es lesbiana, aunque naturalmente, nada tiene contra los homosexuales: "No tengo ninguna homofobia, ¡pero no soy homosexual!". También alude a una amiga suya de Palma de Mallorca, con quien se compró un apartamento conjuntamente: "Eso es impresentable. Palma, un sitio pequeño, ¿y sacaron su nombre? Me parece disparatado y discriminatorio". Además, insiste en que su pretendida homosexualidad la sacan para hacerle daño.

Me alegra mucho que la señora De la Vega no sea lesbiana, porque considero que el lesbianismo es una desviación del orden natural que sólo provoca amargura en quien se deja llevar por ello. Ahora bien, no entiendo que, si nada tiene contra la homosexualidad, una libre opción sexual que su Gobierno ha elevado al rango de matrimonio, considera que le califican de lesbiana por hacerle daño, o que considere discriminatorio que le consideren pareja de otra mujer.  

En definitiva, que si los hechos son tercos, las ideas lo son mucho más. Y los principios no digamos. Ésos no cambian, El Zapatismo, al igual que el PP, pueden, si lo prefieren, repetir que la homosexualidad no es una desviación sino una libérrima opción sexual. Pero, entonces, ¿por qué consideran discriminatorio que les califiquen de tales? Es como si de mí dijeran que soy madrileño. Tendré que aclarar que soy asturiano, pero no me enfadaré por ello.

Eulogio López

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