La trifulca entre dos candidatos a las próximas elecciones ha servido para poner de manifiesto la hipocresía en la que se mueve la vida pública española. Una hipocresía que consiste en tirar la piedra y esconder la mano, en predicar tolerancia y golpear la vida privada de los demás, en manifestar que todos somos muy respetuosos con la diversidad de opciones pero, al mismo tiempo, acusamos al contrario de aquello que sabemos que repugna a la generalidad, por mucho que se defienda en público.

Por ejemplo, recientemente ha habido un debate pre-electoral televisivo que acabó en trifulca. La desesperación del presunto perdedor en las urnas le llevó a relacionar a su contrario con cierta abogada, a su vez presuntamente relacionada con un escándalo inmobiliario.

En teoría, el acusador achacaba al acusado ante el público de tener "una relación" con la susodicha abogada quien, por cierto, no está imputada. Lo que en la práctica –hipocresía- deseaba es que el espectador pensara en una relación-sexual. No podía manifestarlo expresamente, dado que, como es sabido, lo políticamente correcto consiste en la libertad sexual, por lo que ponerle a tu señora un adorno cornúpeta en la frente es síntoma de sano progresismo y modernidad enorme. Simplemente, lo dejaba muy clarito sin que pudiera acusársele de nada.

No sólo eso: existen grabaciones de las conversaciones telefónicas mantenidas entre los dos "relacionados", acusado y abogada, grabaciones que han recorrido las redacciones de varios medios informativos madrileños… inmediatamente antes de que el acusado acudiera a dichas redacciones para suplicar que no destrozaran su matrimonio.

Pero el acusado no se iba a quedar atrás en esta orgía de hipocresías políticamente correctas. Protestó con ahínco y le recordó al acusador que él no entraba "en cuestiones personales". De esta forma, bastante hipócrita, quería amenazar al acusador con contraatacar, mirando hacia otro lado, claro está, apuntando a su condición homosexual e incluso, quién sabe, su presunta utilización del cargo para obtener favores… sexuales. Pero, vamos a ver: si la homosexualidad no es sino una opción muy respetable, libérrima y valerosa, el nuevo derecho humano, ¿a qué vienen esas amenazas hipócritas a la hora de revelarlo? Naturalmente, el acusado se guardó muy mucho de acusarle de gay, entre otras cosas porque hablamos de un político tan políticamente correcto que ha casado gays para hacerse el moderno.

Esta hoguera de hipocresías se deja ver continuamente. La gente, por más que diga lo contrario en cuanto le ponen un micrófono delante, le asquean bastante las relaciones homo, tan cochinotas ellas, al igual que le asquea la infidelidad de marido o mujer, porque se imagina lo que sufriría él en ese trance. Un ejemplo: recientemente dimitió uno de los ejecutivos británicos más prestigiosos, al frente de una de las grandes petroleras del mundo, porque su amante homo (recuerden, un homosexual es una persona que tiene la fuerza de un hombre y la mala uva de una mujer) le denunció. ¿Por qué le denunció? ¿Por prácticas homosexuales? ¡Nunca jamás! Le denunció porque en su "relación" el amante se había beneficiado de bienes de la petrolera. Y se puso un ejemplo tremendo, definitivo: a veces usaba el teléfono móvil del CEO, cuya cuenta pagaba una multinacional cuyo beneficio supera los ingresos de muchas operadoras de telefonía. Y claro, eso es gravísimo.

El progresismo ha degenerado en puritanismo, sí, pero en puritanismo hipócrita. El arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Valera, decía que algo iba mal cuando el pecado más grave que podía cometerse en esta sociedad era la elusión fiscal. Pues bien, ahora, gracias la hipocresía que nos ahoga, aún más grave que la elusión fiscal es contravenir el sagrado beneficio que pertenece al accionistas. La pareja gay de nuestro ejecutivo mermó dicho beneficio en la cuota-parte de llamadas de móvil que realizó a sus amigos desde el teléfono de su amor. Y eso, señoras, y señores, resulta absolutamente intolerable. Lo que hacían entre llamada y llamada por el teléfono de la empresa, no le importa a nadie, pero el uso de un bien comunal, es decir, accionarial.

¡Hipócritas!

Hoy, jueves 17 de mayo se celebra el Día Mundial contra la Homofobia. Para ser exactos, Día Mundial contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. Es decir que el odio al igual, el odio al cambio y el odio a doble-odio, deben ser exterminados. Y es que si la majadería se midiera en grados militares, los progres habrían alcanzado el generalato.

Pero observen lo más importante, esto es, lo más hipócrita: no es el día mundial para reivindicar los derechos de homosexuales transexuales y bisexuales, sino el Día Mundial para amordazar a todo aquel que se atreva a opinar que la homosexualidad es antinatural debe ser censurado y reprimido. Es decir, que es el Día Mundial de la censura.

¡Hipócritas!

Eulogio López