A mis 54 años, observo cómo muchos amigos algo más cargados que yo en años anhelan la jubilación. Si pueden, la prejubilación. Es su gran objetivo en la vida. Al parecer, no están muy contentos con su trabajo o no les satisface ser creativos. Prefieren cobrar menos y esforzarse menos.
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No entro a juzgar las políticas económicas sobre pensiones ni el déficit de la Seguridad Social en una sociedad envejecida.
Me centro, exclusivamente, en el dibujo de un país en el que todo el mundo quiere ser clases pasivas, que, no nos engañemos, son también clases terminales. Nos falta vitalidad por arriba y por abajo: nadie quiere tener hijos y todos quieren convertirse en pensionistas. Vamos, que parece que estamos muertos.
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