El comisario europeo de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, se ha mostrado confiado en la mañana del viernes 20 en que el crecimiento económico en la zona euro superará en 2004 el 1,7% previsto inicialmente. En su opinión, el alza del crudo no impedirá el "fortalecimiento" del crecimiento económico europeo.

 

El optimismo de Almunia se suma al del primer ministro francés Jacques Chirac, que anuncia un crecimiento del 0,8%. Comparado con el enfriamiento alemán puede ser un éxito, pero si lo medimos con la media europea resulta más que eximio. Y sobre todo, si comparamos estos datos con la media mundial del 4,6% anunciada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), resulta ridículo.

 

El crecimiento económico europeo se encuentra por vez primera por debajo de la media mundial. Apenas supera el tercio del crecimiento económico del planeta. Y esto supone una importante novedad que debería de hacer reflexionar a los responsables económicos europeos. El Viejo Continente ha dejado de ser el referente moral una vez que ha abandonado la bandera de la defensa de los valores. Hacer desaparecer el Cristianismo del Preámbulo del tratado constitucional europeo no es sino la puntilla de una sociedad que olvida sus raíces a ritmos vertiginosos.

 

Pero es que, además, su sistema de bienestar ha dejado de ser también un ejemplo para el mundo. La crisis demográfica ha provocado la inviabilidad financiera del sistema y obliga a recortar las prestaciones. La generalización de los hogares unipersonales y de los "dinks" (doble sueldos, ningún niño, por sus siglas en inglés) es la muestra más evidente de la decadencia familiar que antecede a toda crisis económica.

 

Si en los 90 fue Japón quien pinchó su crecimiento económico, en la década actual parece que la UE está enfriando de tal forma su capacidad productiva que, por vez primera, su crecimiento se encuentra por debajo de la media mundial. El Viejo Continente ya no es locomotora, sino remolque. Achaques de la vejez.