Lo bueno de los americanos es que cuando cambian de opinión no se justifican sino que lo argumentan.

Krugman es un Nobel de Economía que medró con la Administración Clinton y que al comienzo de la crisis, apoyó los papeles de salvamento, primero de George Bush, luego de Barack Obama, consistente ambos, en pocas palabras, en utilizar dinero público y la máquina de hacer billetes para salvar de la quiebra a bancos, casas de bolsa, hipotecarias, compañías de seguros y otros intermediarios financieros, justamente a los que habían provocado el desastre con una bolsa especulativa. Al tiempo, se instrumentaba una política monetaria expansiva y con tipos a la baja (en los últimos cuarenta años, ambas cosas vienen a ser una sola). Dicho de otra forma, se inyectó liquidez en un océano de liquidez.

Pero la crisis ya cuenta con 18 meses de vida y todos los avisos sobre luces al final del túnel son respondidas con sarcasmos (genial la de Xavier Sala, al recordarle a ZP que lo que veía al final del túnel no era la salida sino las luces de un coche que venía de frente). Krugman, a quien ZP gusta de exhibir como si fuera de los suyos ha cambiado de opinión y se ha dado cuenta de que no parecen inteligentes estas dos cosas:

1. Regalarle gasolina a un pirómano.

2. Ofrecer dinero de todos a unos pocos... a cambio de nada.

Los norteamericanos tienen mucha culpa de lo que ha ocurrido. Wall Street ha sido el arquetipo de la especulación. Meten mucho la pata, pero les cuesta menos rectificar. Pasen y lean.

La doctrina comienza a cambiar. Es el inicio del comienzo del cambio. La cosa promete: ilusiónense.

Eulogio López

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