Sr. Director:
Curioso fenómeno sociológico el que vivimos los españoles este miércoles.
Un vendaval de satisfacción recorrió el país ante la noticia de que la Iglesia 'permitía' el uso del preservativo para prevenir el contagio del Sida. Y ¡qué decepción cuando se aclaró, esa misma tarde, que eso no era cierto!
De esos sentimientos participaron no sólo quienes desean la división y el desprestigio de la Iglesia, sino algunos cristianos que tratan sinceramente de vivir su fe. Pues, que me permitan estos últimos, que yo opine que su 'satisfacción' y su 'decepción' son frutos de la ignorancia.
Dios no es un ser perverso que quiere amargar la vida del ser humano. La doctrina cristiana sobre la sexualidad humana es camino seguro de felicidad.
De felicidad verdadera, no de la sensación que proporciona la satisfacción de los instintos reproductores. Y existe abundante documentación sobre esa doctrina, desde encíclicas a guías pastorales. Quienes tratamos de vivir sinceramente nuestra fe tenemos la obligación de aprenderla.
Alberto Asensi
albasen@ono.com