Dice Barack Obama que no ve la tele ni lee los blogs de Internet, en este caso porque no se fía de su rigor. Supongo que sí confía en el rigor de la tele.

Ya he dicho otras veces -y temo aburrir- que la saturación informativa que nos asola ha llevado a que verdad y rigor apenas guarden relación. Para mentir no hay nada como ahogar al receptor en una sinnúmero de mensajes y no darle tiempo para metabolizarlos, para digerirlos, esto es, para descifrar la parte de verdad que hay en ellos y alcanzar la certeza. La sociedad de la información se guía por el viejo principio de la novela negra: ¿Cómo esconder un elefante en la Quinta Avenida? Llenando la Quinta Avenida de elefantes. ¿Cómo ocultar la razón de un crimen? Perpetrando muchos. ¿Cómo distorsionar el significado de un hecho o la intención de una actitud? Antaño, con la censura; hoy, como la censura es imposible, con la profusión de datos. Y el colofón es: ¿Cómo controlar al receptor? Pactando con el emisor. Ahora bien, eso sólo es posible cuando existe oligopolio. Si los emisores son miríadas -que es lo que ocurre en la WWW, su verdadera novedad- entonces Internet no es controlable por el poder. Por eso Obama, como todos los poderosos del mundo, y en especial los editores poderosos, acusan a Internet de falta de rigor. Y la zorra dijo, ante las uvas que no podía alcanzar: están verdes. Y lo dice el bluf Obama, justamente él, el hombre al que más ayudó Internet para llegar a la Casa Blanca. Ahora, cuando ya se ha instalado en ella, prefiere la compañía del oligopolio de sus pares: los señores de la Prensa.
La televisión y la radio no preocupan a Obama ni a ningún poderoso del mundo. Son sistemas concesionales -más o menos concesionales, según hablemos de USA o Europa- y, en el caso de la TV, el medio que aún gana las elecciones, es muy caro y tiende, en nombre del pluralismo informativo, naturalmente, al oligopolio, a través de la concentración empresarial. Obama, o cualquier poderoso del mundo, no tiene ningún problema en pactar con los multimedias, con los señores de la prensa, propietarios de periódicos, radios, canales de TV y productoras -generalmente se cuentan con los dedos de una mano- que controlan el cotarro. Por lo demás, los medios tradicionales, prensa, radio y TV, se guían por lo políticamente correcto y la TV es lenguaje oral que, por comodidad de los seres humanos, se apoyan en la gestualización y huyen de la sistematización. Dicho de otra forma, en la TV no se puede tratar nada profundo.
Pero todos esos parámetros no sirven para Internet. Decíamos ayer que en Internet cualquiera puede jugar a ser Rupert Murdoch, porque los costes para emitir un mensaje son nulos. Internet supone la democratización de la sociedad de la información. Y al poder nunca le ha gustado la democracia.
No lo duden: la salvación de la democracia y de la libertad de prensa está en Internet.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com