¡Albricias y pan de Madagascar! España ha salido por fin de la esquina del mundo en la que el próximo ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, nos situaba hace tan sólo unas semanas. Con la llegada del "nuevo orden mundial" predicado por ese hombre de Estado que es Jesús Caldera, Madrid se convertirá en la capital que acoja la firma de la Carta Magna europea. Ese marco de convivencia social que definirá a la ciudadanía europea como comunidad política. ¿Alguien da más? Y todo gracias a la capacidad de diálogo de ZP, ese hombre con vocación europeísta, forjado en las relaciones diplomáticas.

 

Lo malo es que en el diálogo apresurado con el eje franco-alemán y en la voluntad de pasar página a la era Aznar, Zapatero ha renunciado al consenso de Niza. Un acuerdo alcanzado en diciembre de 2000 que consagraba a España entre los grandes gracias al esfuerzo negociador de la delegación española. Ahora, España se tendrá que conformar con ser el acólito de ese eje de poder consagrado en la Carta Magna.

 

Además, el proyecto de Constitución europea no contempla el derecho a la vida, ni siquiera de manera formal como hace la nuestra. Ya saben, artículo 15: "Todos tienen derecho a la vida". La vida deja de incorporarse en la arquitectura europea de los derechos humanos, porque lo que Europa valora es la "calidad de vida", el bienestar, que no es exactamente lo mismo. Un preocupante paso atrás en el progreso moral de la Unión Europea. Porque si una sola vida no es sujeto de protección, ninguna lo es.

 

Por si fuera poco, el Preámbulo constitucional también ha arrancado las menciones a las raíces cristianas de Europa. Y eso a pesar de que 54 millones de europeos avalan un documento en el que se reclama que la herencia cristiana aparezca en el frontispicio del edificio constitucional. La masónica Francia impone su criterio, frente al proyecto cristiano español y polaco avalado por la Santa Sede. El problema es que la Europa de los mercaderes o de los eurofuncionarios resulta inconsistente y por tanto estéril y efímera. Pero da igual, porque Madrid será sede de la firma constitucional y Zapatero se podrá hacer una foto con los grandes... y en casa. Gracias ZP