En otro orden de cosas, Francisco González ensayó un verdadero vademécum de ética empresarial. Continúa afirmando que la ética en la empresa "no sólo es deseable, sino también rentable". La verdad es que la afirmación es muy discutible, pero, en cualquier caso, recuerda aquel principio tomista, que distinguía entre la buena intención y la buena voluntad. Por ejemplo, uno no puede robar para ayudar a los pobres: la intención es buena, pero la voluntad no lo es porque se concreta en la mala obra de robar. O como decía otro moralista, al que, sin duda alguna, el presidente de BBVA habrá leído con admiración, San Alfonso María de Ligorio: "No basta realizar obras buenas, sino que es preciso hacerlas bien". Es decir, que el fin de una obra buena, también debe ser bueno. El fin de la ética empresarial, no puede ser la rentabilidad.
Directamente relacionado con la ética, al parecer, Francisco González habla de buen gobierno corporativo. Y pone un ejemplo de ese buen gobierno corporativo en BBVA: "Ninguna entidad tiene tantos consejeros independientes". Eso sí, no se sabe de qué son independientes los consejeros, en un momento en que esa figura, la del consejero independiente, empieza a resultar muy discutida. Para algunos, el único consejero independiente es aquel que lo es de la Presidencia y del equipo ejecutivo, por haber invertido su propio dinero en la empresa.
Y siempre que se considere la transparencia como una parte de la ética, la verdad es que todavía no se nos ha explicado por qué se marchó Jesús María Caínzos y, más recientemente, Gregorio Marañón. FG también vende como factor ético la supresión de la eliminación de las categorías administrativas en BBVA. Por último, en su banco no hay cargos, hay funciones, o sea cargas, que diría un cínico. Según el presidente de BBVA, "ahora la gente tiene más oportunidades", eso sí, siempre que no haya cumplido los 52 años, momento en que se les presiona para que se prejubilen.