Sr. Director
Mientras los cascos de sus caballos retumbaban en el suelo del campo de batalla haciendo aún más incómodas sus armaduras, los tres reyes galopaban pensando que seguramente esa carga les llevaba a la muerte y a la derrota. Pero galopaban. Pero cargaban. Pero avanzaban.

Alfonso, Pedro y Sancho. Tras ellos, junto a sus caballeros, muchos de los de los dos Alfonsos ausentes. Castilla, Aragón y Navarra con sus coronas. Y cientos de lanzas representando a las de León y de Portugal.
Cierra, España.
La inmensidad del ejército invasor de los almohades, salvajes fanáticos dispuestos a exterminar a todo cristiano que caiga a su alcance, se mantiene y las tropas cristianas empiezan a flaquear. Los reyes de otras tierras y de otras causas quizá hubieran buscado cobijo seguro o negociado la tregua. "Arzobispo, vos y yo aquí muramos", es la sentencia del rey Alfonso ante el ejemplo de la heroica entrega de Vizcaya, que en su Señor Don Diego López de Haro ha acometido junto a su hijo en vanguardia y aún mantiene su acero desde el primer envite sin ceder una pulgada. Los reyes y el arzobispo cargan firmemente contra la prudencia y contra la Historia, a la que asestan un golpe que la cambia para siempre.
La cristiandad, España y Europa se fijan a ella mientras el palenque del Miramamolín es arrasado y el rey Sancho conquista las cadenas que lo guardan para formar su escudo inmortal. La carga de los reyes, la acción conjunta y decidida de las Españas ha sentenciado la batalla. La Reconquista, aunque formalmente aún durará 280 años, está ya decidida. La esencia de España y la seguridad de Europa, también.
De esta batalla, que supone un puntal fundamental de la Historia de España y de Europa, se cumplen estos días 800 años. Se produjo en Andalucía. Marcó la Historia de España. Ni gobierno autonómico ni central han movido un dedo, dejando solo al Ayuntamiento de La Carolina (Jaén) en su afán de conmemoración.
Prefiero no preguntar sobre cuántos de nuestros jóvenes (y no tan jóvenes) sabrán qué es eso de Las Navas de Tolosa ni que pasó un 16 de julio de 1212 cerca de Despeñaperros. A cambio, no me queda más remedio que recordar la casta de los responsables de que esta gesta, como tantas otras, haya quedado arrumbada en un armario, mientras corren a celebrar cualquier gilipollez que encuentren en la agenda que pueda servir para ponerse medallas o para meter el dedo en el ojo al del pueblo (o comunidad) de al lado. Hace 800 años, codo con codo, lanza con lanza, grupa con grupa, los reyes de las Españas se lanzaban, juntos, hacia la victoria o la muerte, ganando nuestra libertad. Hoy los jefezuelos de las Españas nos lanzan a unos contra otros, hacia su fortuna y nuestra esclavitud.
Gonzalo García Yangüela