Cuando un periódico cambia de formato para evitar su declive (declive de toda la prensa, que conste), no sólo tiene que regalar relojes, sino regalar, además, alguna noticia impactante. Después de todo, los diarios, además de vajilla, monedas, libros, CD, DVD, abanicos, bolsos, paraguas y croissant, también venden información.

Es por esta razón por la que el director de El País, Javier Moreno, decidió impresionarnos a todos con la electrizante exclusiva de que Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, había abogado ante SM el Rey de España, para que al locutor Federico Jiménez, recibiera un "trato humano". Petición de lo más pertinente: en efecto, todo el mundo, incluido Losantos, tiene derecho a un trato humano. Nada que objetar.

A fin de cuentas, uno de los rasgos distintivos de la modernidad (figúrense si Aguirre y Losantos serán modernos que ambos se confiesan liberales), la de izquierdas y la derecha, consiste en la tendencia convertirse en verdugos mientras se pasa por víctima, tendencia que comparte con idéntico entusiasmo el progre Javier Moreno y el liberal Federico Jiménez.

En definitiva, que don Federico lleva un tiempo exigiendo la abdicación del Rey Juan Carlos I, por no defender la unidad de España. Estoy de acuerdo con Federico en el qué, aunque no en el porqué. Yo también pienso que debería abdicar ahora, y que su sucesor no debiera ser SAR Felipe de Borbón (cuya actitud no es ni edificante ni simpática), sino su hermana Elena, eliminando de un plumazo la machista prelación dinástica del varón. O sea, en el mismo acto notarial, abdicación y reforma constitucional sobre  sucesión dinástica. Les aseguro que tengo razones más que suficientes para defender la opción de Froilán como futuro monarca. Ese arrapiezo es el miembro de la Real familia que desborda más simpatía. Estoy con Federico: ¡Viva Froilán I!

Pero el problema no es que Jiménez pida la abdicación, el problema de por qué la pide. Yo, por ejemplo, no dudaría en pedir la abdicación del Rey de España por firma la ley del aborto, ya en 1985, así como por rubricar, sin decir ni pío, determinadas leyes genocidas como las de Elena Salgado, ministra de Sanidad del Gobierno ZP, sobre reforma de la FIV e investigación biomédica. Éstas, no aquélla, serían razones para abdicar, aunque fuera temporalmente, como hizo Balduino de Bélgica.

Además, FJL tiene derecho a decir lo que le dé la gana sobe la Monarquía, siempre que no sea un insulto. A lo que no tiene ningún derecho FJL es a insultar. Por ejemplo, días atrás dábamos cuenta de las injurias y calumnias que Jiménez -personaje más bien tirando a rencoroso- realizó contra el líder del partido Alternativa Española, Rafael López Diéguez, a quien acusó de haber hecho trampas para conseguir pisos de protección oficial. Y es que Diéguez ya le ha ganado varias sentencias a FJL, y éste anda escocido. Solución: utilizó a José Antonio Abellán para mentir en su programa y para insular a su enemigo. Abellán, que es de otra pasta más noble, ya ha rectificado, pero lo malo es que los insultos se hicieron en el programa de Jiménez, en un horario con una audiencia cinco veces superior al de Abellán, donde se rectificó el embuste. Si escuchan ustedes la parrafada comprobarán que no exagero al hablar de insultos. Pero no a López Diéguez, sino también a su esposa, que pasaba por allí, con referencias tan finas como "la teta que han mamado", o las de Federico sobre la esposa de Ruiz Gallardón. Para arremeter contra la mujer de Gallardón por el hecho de estar enfrentado a Gallardón, hay que ser tan miserable como Gallardón. A las esposas o cónyuges del adversario hay que dejarles en paz.

Por lo demás, El País, una vez más, ha vuelto a meter la pata. Con toda su mala leche, como corresponde, pero otra vez ha errado el tiro. Los Polanco siempre disparan a matar, pero a veces se equivocan de blanco. Deberían hacer caso de su ex empleado, y hoy competidor, Miguel Barroso, asesor político ‘number one' del presidente Zapatero. Nada más ganar las elecciones de 2004, Barroso reunía en Moncloa a los DIRCOM de las principales anunciantes españoles para recordarles "lo preocupado" que estaba el presidente del Gobierno con los confidenciales de Internet. Y ojo -advertía- no hablaba de confidenciales anti-gubernamentales. No se trataba de eso, y para demostrar su rectitud de intención ponía como ejemplo a Federico Jiménez Losantos y su Libertad Digital. Digo esto porque hay un par de millones de incautos que aún consideran que enfrente de ZP está Federico Jiménez, cuando lo cierto es que, tanto desde la COPE como desde Libertad Digital, Jiménez es la coartada del Ejecutivo para decir que existe pluralismo informativo. Su plan para crear una prensa dócil necesita esta coartada. Si no existiera Federico, la Moncloa tendría que inventarlo.

Federico

no es más que un señor de derechas, disfrazado bajo la socorrida denominación "liberal". Como ha caído en zona nacional, le toca luchar por la unidad de España, de la misma forma que a El País le toca luchar por la España constitucional y descentralizada, siendo que ni el uno ni los otros harían aguas en pocos minutos si decidieran especificar sus presuntas diferencias.

No, hoy la gente no se divide en izquierdas y derechas sino entre los que creen en algo y los que no creen en nada. En Occidente, el primer grupo es el que cree en los principios cristianos aquellos de los que apostrofa tanto El País como Jiménez, esos principios por los que sí merecería la pena pedir la abdicación de Juan Carlos I (en el supuesto de que no fuera leal a los tales, que no quiero entrar en esa cuestión ahora).

Otrosí: Jiménez no arremete contra López Diéguez porque sea de extrema derecha, que no lo es (precisamente, ha sido quien ha expulsado a la ultraderecha de su espacio y de Alternativa). Jiménez despotrica contra Diéguez, además de por su reconocido orgullo, porque Alternativa (los electores de Hispanidad saben lo que me costó aceptarlo) es, ante todo, un partido católico. Ahí es donde se vislumbra la hermandad indisociable de la progresía de Derechas (Jiménez o El Mundo) y la progresía de izquierdas (El País): ambos odian con entusiasmo, o desprecian con languidez, a la Iglesia.  

Eso sí, la abdicación de Juan Carlos I no tendría por qué ser una tragedia irresoluble en este país. Además, este tipo de experimentos sin red le encantan a ZP, el mayor aprendiz de brujo que haya residido en Moncloa. Pero la abdicación que precisa España no es la del monarca -aunque algunos  nos frotáramos las manos de gusto- sino la abdicación de personajes tan sectarios y con tan mala leche como el señor Jiménez, el señor Pedro J. Ramírez, el señor Cebrián o el señor Moreno. Progres de izquierdas y progres de derechas. ¡A ver si nos dejan en paz de una vez!

Y ahora viene lo bueno. El martes, ante los reiterados incumplimientos del señor Jiménez, un notario se presenta en la Cadena COPE preguntando por el responsable jurídico, con una orden de rectificación. Y por fin, miércoles 24, Jiménez ha tenido que rectificar todas las mentiras sobre el líder de Alternativa Española, Rafael López Diéguez, sobre sus presuntas -falsas- compras fraudulentas de pisos de protección oficial. Pero como la soberbia es muy puñetera, Losantos ha incumplido la ley, que ordena rectificar "sin comentarios ni apostillas" (de hecho, me parece una norma durísima con la prensa), y ha vuelto a demostrar que el estilo es el hombre. Mientras José Antonio Abellán -ante quien me descubro por haber sabido rectificar-, que leía la rectificación, Jiménez intercalaba dos perlas que merecen pasar al estupidiario nacional:

1. "A ti -ha dicho en referencia a López Diéguez- te espero en las elecciones". Con ello queda claro cuál es el oficio de FJL: hacer política pro-PP desde la cadena COPE.

2. Segunda perla. "Claro, como no le hemos hecho concejal, es mi azote". Así que ya saben quién decide las elecciones en España: un tal Jiménez. Si aspiran a una concejalía, consejería, Senado o Congreso, ya saben dónde acudir.

Ya sólo falta que FJL abdique… o que alguien le haga abdicar. Sus jefes, sin ir más lejos. Porque cobrar de la Iglesia y dedicarse a fastidiar a la Iglesia y a escandalizar  a los cristianos, supone una cierta incoherencia.

Por lo demás, estamos en periodo electoral y todo está en orden.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com