Y hoy, tras el aplauso general, se reúne con otro eurócrata permanente: el presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso.
Y en parte tenía razón. Los políticos no deben trabajar para tranquilizar a los mercados sino para las víctimas de éstos, es decir, para todos los contribuyentes, para todos los ciudadanos. Ahora bien, que lo diga el jefe de Gobierno de un Principado que es un paraíso fiscal moderado y que, por ello, además, ha vetado durante medio siglo la homologación fiscal en Europa, tiene su gracia. Por dos razones:
1. Los políticos sí pueden frenar la especulación financiera. Para ello, sólo tienen que aplicar una fiscalidad menor para los elementos económicos productivos y una mayor para aquellos intermediarios del mercado dedicados a especular con renta fija, variable, materias primas, deuda soberana y divisas. ¿Quieren pararle los pies a la especulación financiera? Pues que la frían a impuestos o prohíban las prácticas más nocivas. Para eso tienen el Boletín Oficial del Estado.
2. En segundo lugar, en materia de especulación no se puede enfrentar a políticos y financieros, por la sencilla razón de que la crisis de la deuda soberana europea se ha forjado por el sobreendeudamiento de los Estados, es decir, porque los políticos que son los que emiten deuda, han utilizado esas emisiones para crear una burbuja financiera. Son los políticos quienes proporcionan a los intermediarios el material con el que especular.
Juncker, amigo: no mires hacia adelante, sino repara en lo que tienes a tus flancos. El creador de la especulación financiera son los políticos. Los especuladores no hacen otra cosa que aprovecharse de su demagogia.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com