Parecía que el momento había llegado. La Cuaresma de 2012 tenía algo especial, quizás porque la humanidad, tras cuatro años de crisis económica sólo estaba pendiente de aumento del paro y de la prima de riesgo. Es el estilo de Dios: advierte de continuo acerca de lo que va a suceder y, cuando deja de avisar, es porque está a punto de ocurrir, es la señal inequívoca de que el futuro se está haciendo presente.

Satán sabe esto, al igual que lo sabemos los ángeles del Reino. Y Satán es el más listo de todos nosotros. Ahora bien, le pierde lo que le ha perdido desde ya antes de la creación del universo, es decir, de la cuesta en marca del espacio y el tiempo: su irrefrenable orgullo. Satán percibe más y piensa más rápido y profundo que cualquier otra criatura pero su soberbia no le permite aceptar que está condenado al fracaso final.

Pero, mientras dure lo mudable, su inexorable destino no le impide disfrutar de sus instantes de gloria.

Por ejemplo, Satanás sabe que el siglo XXI es su momento. ¿Por qué? Porque es el momento en el que la redención semeja más amortiguada. ¿Y por qué parecía amortiguada? Porque la Eucaristía, que constituye el memorial y la repetición de la Redención, es decir, del sacrificio de la Cruz, también se vivía de forma… amortiguada.

Salvo en algunos países de Occidente, como España, cada vez se celebraban menos misas y, cada vez, incluso algunos que figuraban entre los más fieles, creían menos en que el pan y el vino se convierten en el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo. Esta indolencia generalizada sobre el acto de generosidad más grande del creador es el termómetro inequívoco para el emperador del averno y rey del mundo.

Sí, la confusión reinaba entre la humanidad. La eucaristía se había convertido en un banquete, no en sacrificio redentor. Con ello, además, se perdió el sentido del pecado: nadie era culpable de nada, así que el arrepentimiento resultaba ridículo.

Para los católicos laxos nada impedía suprimir la eucaristía y con ella toda la liturgia, de la que es resumen y compendio. Eso sí, sin destruir la Iglesia. El consenso ofrecía la misma sensación de la provocada por el llamado turismo de Semana Santa, donde se vive la Pasión de Cristo sino "el arte y la cultura" de la imaginería religiosa, un precio bajo que el propio Satán estaba dispuesto a pagar.

Pero lo mejor para Lucifer, lo que le tenía realmente sorprendido era que eran los propios hombres a los que pretendía esclavizar eran quienes le suplicaban que lo hiciera.

En el siglo XXI, el Rey del mundo se había olvidado casi por completo de conspiraciones y conjuras. Ya no necesitaba líderes inteligentes, y endemoniados, capaces de liderar las turbas contra el Cuerpo Místico de Cristo, entre otras cosas porque ya no se trataba de destruir a la Iglesia sino de conquistarla. Ahora el asunto era la mayoría, previo consenso, quien reclamaba, en nombre de la tolerancia, acabar con la superstición. El consenso social, el arma más poderosa con la que jamás hubiera contado Satán, está en sus manos.

Ahora bien, aunque el año 2000 de la era cristiana, la única que interesa a los demonios, hubiera supuesto el paso de la conspiración al consenso, Satán sabía que lo único que detiene el afán redentor de Cristo es la libertad del hombre. En plata: que por muy extendido que estuviera el consenso anti-eucaristía si se permite que el memorial del sacrificio de la cruz se siga celebrando se corre el riesgo de que el Ungido siga actuando en el corazón del hombre. Así que había que pasar al terrorismo directo.

(CONTINUARÁ…)

Eulogio López

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