"¿Qué le dice hoy a las nuevas generaciones?", le preguntaron a Benedicto XVI tras el 11-S, cuando la violencia del señor Ben Laden en Nueva York colocó al mundo ante la incertidumbre y algo parecido a la desesperación. La respuesta fue breve: "Que deben tener confianza, que la Iglesia es siempre joven y el futuro siempre pertenece a la Iglesia. Los otros regímenes que parecían muy fuertes han caído, ya no existen, sobrevive a la Iglesia; un nuevo nacimiento siempre pertenece a las nuevas generaciones. Confianza, ésta es realmente la nave que lleva a puerto".
Son tres verdades en una. En efecto a nadie, tampoco al joven, le gusta apuntarse a un Ejército vencido. Ahora bien, la crónica de la historia de la Iglesia de Cristo sólo puede resumirse así: "De derrota en derrota hasta la victoria final". No es un juego de palabras, ni una paradoja, sino el titular más riguroso de entre todos los posibles. No creo que desde San Pedro aquí haya habido una sola generación de cristianos que no se haya sentido algún tiempo, o todo el tiempo, derrotada. Sin embargo, los que le derrotaban desaparecen -imperios, ejércitos, doctrina, escuela, herejías- mientras la presunta derrotada, la Iglesia, se mantenía en pie. Estamos en el bando ganador.
Pero cada una de esas derrotas que conducen a la victoria final son como una muerte y una posterior resurrección. La historia comienza con cada hombre y la Iglesia renace con cada generación de jóvenes. No basta con ser observadores, hay que convertirse en protagonistas de la batalla. Lo otro, no sería divertido.
Tercer elemento: la confianza. Oiga, el cristiano no lucha a la desesperada, sino con fe plena en la victoria. La resignación no tiene nada de cristiana, lo nuestro es la absoluta seguridad en la victoria. Con ese espíritu es con el que se viene a la JMJ. Más que nada porque es el espíritu de la verdad, porque es así.
Todo pasa en este mundo, todo menos el Cuerpo Místico de Cristo; todo muere, menos la Iglesia.
Eulogio López
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