Pues bien, sepan que el meapilas es Jorge Fernández, uno de los escasísimos diputados del PP católico que, por ejemplo, acude a misa diaria, lo cual, como todos ustedes saben y el catecismo nos enseña, es gravísimo. Conste que Fernández no me habla desde que le afeé la conducta evasiva del PP, y la suya propia, cuando la votación sobre la ley de Investigación Biomédica, la barbaridad nazi más salvaje de toda la barbaridades perpetradas por el Gobierno Zapatero durante la pasada legislatura. Ahora bien, que el majadero de Jiménez se dedique a insultar a cristianos desde la emisora confesional es algo que hierve la sangre, mientras un grupo de majaderos católicos aplauden las gracias de este portento de las ondas, de este escándalo con patas. Son la legión de tontos útiles, convencidos, como Arzalluz con los filoetarras, de que unos menean el nogal y otros recogemos las nueces, como si la re-evangelización de esta España pagana dependiera de expulsar ZP de La Moncloa.
Pero, ¿por qué Jiménez arremete contra Fernández? Por su salario (1,8 millones de euros más la subida, si finalmente le renuevan) naturalmente. Sabe Jiménez, que como todo ateo es un vaticanólogo experto, siempre pendiente de las camarillas clericales, que Fernández es amigo de monseñor Antonio Cañizares, un obispo nada sospechoso de ínfulas nacionalistas, que se ha plantado y ha dicho que el escándalo Losantos debe terminar y que no había que renovarle. Jiménez no se atreve a criticar directamente a Cañizares, porque sabe que eso despertaría hasta a los tonti-católicos anteriormente mencionados. Cañizares es un hombre de Cristo, de cuya rectitud de intención nadie duda, y al que la verdad le agrada más que la estrategia y al que la coherencia le seduce más que el éxito. Por eso, Jiménez, siempre cobarde, bravucón con el PP que no le gusta pero servil hasta la baba con, por ejemplo, los poderes económicos (recuerden la sintomática frase del portavoz del BBVA, Javier Ayuso, entidad que ha batido marcas en la domesticación de empresas periodísticas: Nosotros a Federico le compramos en Libertad Digital, porque nos sale más barato que comprarle en la COPE) arremete contra la vida privada, la dignidad y hasta la integridad sexual -muy aburrida, dicho sea de paso- de Fernández.
Esto demuestra que convertir a Jiménez en un mártir de la libertad de prensa, sólo porque otra víbora cornuda, como el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, le haya llevado a los tribunales, es un sarcasmo-sarcástico. Y ya saben la diferencia entre el sarcasmo y lo sarcástico, según el adolescente Chesterton: Sarcasmo es la sonrisa que yo pondría si cayera en este charco; sarcástica es la sonrisa que podríamos todos si quien cayera en el charco fuera el director del colegio.
Dicho esto, siempre he sostenido que lo peor de mantener al brillantísimo Jiménez en la COPE -además de servir de coartada a la salvaje cristofobia que estamos viviendo en España- era que terminaría por dividir a los obispos, y eso son palabras mayores. Porque los peligros que acechan a la Iglesia están tanto dentro como fuera de ella, y el peor de los escenarios es ése que alguien resumió en las siguientes palabras: Obispo contra obispo.
Despidan ustedes a Jiménez y empecemos de nuevo.
Eulogio López
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