El "molt endeudable" president de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, trata de "vender" su proyecto de eurorregión como una fórmula existente en la Unión Europea, donde regiones de distintos Estados se reúnen para solventar los problemas de los ciudadanos de una manera más eficiente. Algo parecido a lo que ya hacen los consistorios de los ayuntamientos fronterizos antes separados por aduanas.

 

Sin embargo, el proyecto de Maragall no es técnico, sino político. Vende soluciones, pero sueña con un país imaginario con sede en Barcelona, ciudad de la que fue alcalde. Suma su población, la cifra de sus trabajadores y el PIB conjunto. El resultado es mucho más grande que la mayoría de los Estados de la Unión. La cosa marcha. Salvo el pequeño detalle de que el asunto es ficticio.

 

El nuevo monarca de la eurorregión pancatalana ha convocado una reunión en octubre en Barcelona. En la agenda, no hay infraestructuras, ni desarrollo comercial, ni gestión turística. Hay fotografía, que es lo que les gusta a sus majestades. El presidente de Baleares, Jaume Matas, ha confirmado su asistencia. Tras un tenso pulso, Matas ha debido de pensar que siempre es mejor estar con el sol que calienta que estar a la contra. "La foto es gratis y la puedo rentabilizar en Madrid", deben de ser sus pensamientos.

 

El que no está por la labor es el presidente de la Generalitat valenciana. Francisco Camps ha anunciado que la convocatoria no tiene ningún sentido "ni trascendencia". O dicho de otra forma, no está dispuesto a que la comunidad valenciana sea considera como Cataluña Sur. Cerca de un millón de valencianos lo manifestaron alto y claro hace unos años y no están por la labor de cambiar de opinión ahora.