Dentro del proceso de enloquecimiento colectivo y progresivo es decir, progresista- en el que se desarrolla nuestra existencia, el muy liberal diario LaVanguardia, en su editorial del pasado sábado 9, se tomaba muy en serio el asunto del tabaco. Ahí va: El Gobierno debería valorar si a España le conviene realmente vender el tabaco tan barato a la vista de los enormes gastos sanitarios y sociales que provoca su consumo.
¿Barato?
Pero esa no es la cuestión. La verdad es que si el fumador contrae cáncer de pulmón tras haber disfrutado de varios decenas de miles de cigarrillos se sentirá más afectado por ello que el presupuesto sanitario público.
Es igual, el progresismo se nos ha vuelto puritano, y el puritanismo es una enfermedad incurable y recurrente. Si no se le ilumina, como a una bacteria peligrosa, sus imposiciones serán eternas.
Creo que la mejor manera de definir el puritanismo actual nos la ofreció la anécdota narrada por la muy progresista senadora norteamericana Hillary Rhodam Clinton, cuando confesaba, con orgullo, cómo su padre apagaba la calefacción durante las noches de invierno, no porque no pudiera pagar el combustible, sino para que su pequeña Hillary fortaleciera su carácter. Lo que pasó luego con la senadora Rhodam lo sabemos, ya lo sabéis todos, lo que no sabíamos era el porqué.
Que no, que el puritanismo no tiene límites. Tras dejar de fumar por la fuerza- hay que dejar de beber a la fuerza-, luego hay que adelgazar quieras o no quieras-, y ahora llega la guerra contra el azúcar. En breve nos dirán qué debemos leer, qué tipos de programas de TV debemos ver, la música que debemos escuchar, las aficiones que debemos cultivar, los amigos que debemos frecuentar y, por qué no, el biotipo de chico-chica con quien debemos emparejarnos. Todo ello, claro está, lo hacen por nuestro bien, como todo el mundo sabe, salvo los remisos al progreso.
En el momento presente, los progretanos han declarado la guerra al azúcar, y ya todos somos especialistas en los distintos tipos de diabetes. Recuerdan que el ínclito investigador Bernat Soria, prototipo de la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio, ha planteado su preciosísima aventura en nombre de la lucha contra la diabetes. La serie de Moda en TV -recuerden, las teleseries son el teatro de hoy en día, y el teatro ha sido y es el medio cultural más influyente a lo largo de la historia- The Closer está protagonizada por una investigadora pedante e impertinente que odia los dulces ¿por qué les gusta tanto a la progresía los personajes bordes e histéricos?-; toda una progretana. Tanto es así, que nos la proponen como modelo. Su expresión estreñida y crispada tiene todo el derecho a convertirse en el icono de una generación, de degeneración progretana.
Antes se decía que todo lo que gustaba o era pecado o provocaba colesterol; ahora, que hemos prescindido del pecado, nos basta con decir que provoca colesterol, o diabetes, o cáncer, o sida. El puritanismo es lo más opuesto al Cristianismo. El cristiano se sacrifica por Dios o por los demás, pero anhela que el sacrificio termine. Bajo los ayunos de Semana Santa se esconde una ansia infinita de felicidad, que es ansia mucho más intensa que el ansia infinita de paz. El puritano, y aún más el progretano, es mucho más masoca. No entiende que los vicios acarrean infelicidad no porque sean placenteros, sino porque, hablando de ansias, suponen, como resumía Clive Lewis, un ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente. El tabaco no es un vicio en sí mismo, sino una hierba que desprende un aroma digno de dioses. Se convierte en un vicio cuando uno deja de disfrutar del cigarro, la pipa o el cigarrillo para fumar compulsivamente, para aplacar una desazón, es decir, una adicción que ha reducido la libertad personal. El cigarro tras el desayuno, la pipa de la tertulia o el cigarro de la fiesta son placeres. Ahora bien, cuarenta cigarrillos fumados uno detrás de otro, no es un placer sino un escozor, un reconcomio, una picazón un ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente.
Y más: el anisakis nos acosa. 4.000 años ha vivido la humanidad sin padecer la furia del pérfido parásito, pero, miren por donde, los progretanos se han dado cuenta ahora justamente hoy, de que o terminamos con el anisakis o el anisakis termina con nosotros. Otra vez el Boletín Oficial de Estado como enemigo de las libertades individuales: se impone, que no se propone, congelar el pescado y antes de cocinarlo. Con ello, se pierde todo el sabor. Esto es fundamental para el nuevo puritanismo, un mundo sin sabores ni olores, un mundo Light: café descafeinado, bebida sin alcohol, pescado congelado mucha verdurita y sexo seguro : ¡Qué guay!
Resumiendo, el mayor ataque que sufre el individuo del siglo XXI proviene de la tiranía puritana que, en nombre de la salud, es decir, por nuestro bien, reduce la libertad personal de forma alarmante. Y lo peor de todo es que lo hacen por nuestro bien, y hay millones de tontos que se lo creen. Ya no tenemos tiranos a lo Hitler, Stalin o Mao, ahora tenemos amable doctores que nos disciplinan, coartan y tiranizan, pero lo aceptamos con gusto, porque lo hacen por nuestro bien.
Eulogio López