El consejero delegado del Grupo Banco Popular, Ángel Ron, considera que "prescindiendo de otras consideraciones, y de las políticas, a la economía lo que más le perjudica es la incertidumbre". Es decir, que, prescindiendo de las cuestiones importantes, las vidas que se pueden perder en una ataque contra Irak, lo que le molesta al dinero es no saber si va a haber ataque o no.
En segundo lugar, Ron afirma que "si hay guerra, lo mejor es que sea una guerra corta". Pueden crearlo: lo que dice Ron es lo que piensa todo económico en todo Occidente. Y probablemente tenga razón, sólo que es horrible que la tenga.
Ahora bien, algo ha cambiado. Alemania ha intensificado su postura antibélica porque el canciller Schröder ganó las elecciones gracias a sacar el pecho frente a los norteamericanos (a los que la socialdemocracia alemana ha servido fielmente desde el final del Segunda Guerra Mundial). Hoy día, Schröder es esclavo de su promesa. Pero el cambio más significativo es el de Francia. El viraje de Chirac, quien ahora grita que la guerra es evitable, como antes afirmaba que era previsible, resulta aún más representativo. Supone un giro copernicano en el espacio de 15 días, el que transcurre entre un Jacques Chirac avisando a sus tropas de que deben estar preparadas para la guerra a otro que afirma que la guerra es evitable, que planta cara a la Casa Blanca y que se aferra a las resoluciones del Consejo de Seguridad.
Pues bien, lo único que ha cambiado en esa quincena es la difusión de la doctrina papal sobre el ataque a Irak. Juan Pablo II, tan cercano a Bush en otros aspectos, como la defensa de la vida humana se ha situado frontalmente en contra del presidente norteamericano en el asunto Irak.
El mundo hispano, empezando por España, naturalmente no ha tenido aquí voz propia. Ana de Palacio, ministra de Exteriores, y el propio Aznar, han pasado del apoyo incondicional a George Bush al remoquete habitual: Lo que diga el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en quien se concreta, al parecer todo el derecho internacional.
Curiosamente, la doctrina de la Iglesia sobre la guerra de Irak no alude a Consejo de Seguridad alguno. Las durísimas críticas de Juan Pablo II a George Bush se pueden resumir así: no se trata de que Sadam Husein tenga o no tenga armas de destrucción masiva: de lo que se trata es de que usted no puede bombardear si antes no ha sido atacado. La única guerra justa es la guerra defensiva, no la preventiva. En segundo lugar, si usted considera que Sadam Husein posee ese arsenal, debe demostrarlo. No se puede utilizar la violencia sólo por una sospecha. En tercer lugar: la reacción debe ser proporcional a la ofensa. En román paladino: no se pueden matar moscas a cañonazos.
Esas tres razones son las que han dado la vuelta a la tortilla. Francia y Alemania encabezan la rebelión occidental contra el unipolarismo norteamericano, no porque crean o dejen de creer en las razones papales (es dudoso que Schröder o Chirac citen al Papa) sino porque la postura racional de la Iglesia ha conseguido que la opinión pública occidental, también estadounidense se plantee si la Casa Blanca no estará exagerando un tanto en su persecución del terrorismo.
En resumen, Juan Pablo II ha proporcionado el bagaje intelectual y la influencia, pero Alemania y Francia han aprovechado la situación para reforzar su presencia en el Planeta.
Al mismo tiempo, en el mundo islámico más radical, la decisión franco británica abre un escenario muy similar al de Pearl Harbour. Si finalmente Estados Unidos ataca Irak, y lo hace en solitario, el entorno de los Ben Laden, que abarca a los propios terroristas así como a los países islámicos más radicales, se cuidará muy mucho de atentar, incluso ofender, a países como Francia y Alemania, de la misma forma que los jerarcas nazis más inteligentes temían que Japón le diera una excusa al Gobierno norteamericano para entrar en guerra. En definitiva, el objetivo islámico consistirá en no ofrecer a los europeos razón alguna para modificar su posición de distanciamiento respecto a Washington.
Naturalmente, el mundo hispano ha quedado al margen, una vez más.