Estamos nuevamente en periodo de histeria petrolera. En caso de histeria la diplomacia internacional lanza más bulos que la Vieja'l Visillo, del talentoso José Mota.

La rueda de prensa de la mañana del miércoles, a cargo del secretario de Estado de Economía, Fernando Jiménez no giró sobre la inflación, objeto de la convocatoria, sino sobre el estrecho de Ormuz y similares.

Sucede que Estados Unidos ha lanzado un embargo internacional contra Irán porque los ayatolás quieren tener armas nucleares. A partir de ahí, el vodevil, de suyo trágico, comienza a tomar visos de comedia. Seguramente alguno ya ha acudido a la gasolinera más cercana para hacer acopio de combustible.

Lo cierto es que el embargo puede resultar duro para los de siempre: para la población iraní, donde el arroz, uno de los alimentos básicos de la población, empieza a subir como la espuma.

No hay peligro de desabastecimiento, porque el principal enemigo de Irán no es Israel sino los fundamentalismos islámicos capitalistas, tipo Arabia Saudí, Kuwait o Catar. Todos ellos están dispuestos a ampliar la producción para que Occidente no se quede sin el oro negro ni caiga en histeria negra.

Eso sí, como el mercado del crudo es tan especulativo como cualquier otro mercado financiero, el precio del combustible se ha disparado. No hay desabastecimiento hay especulación. Ni la unión con Irán de todos los peores ciudadanos del mundo del crudo -el ruso Putin, el venezolano Chávez, los tiranos de Argelia, los revolucionarios libios o los imprevisibles iraquíes 'liberados'- se unieran a Irán provocaría un encarecimiento del petróleo y el gas mayor que le provocan los operadores de las petroleras en Londres, Chicago, Francfort, París, Milán o Madrid, jugando "a futuro", es decir, a enriquecerse en presente rabioso.

El problema iraní no es el crudo, o el gas -Irán produce más gas que petróleo- sino la guerra que puede provocar. En primer lugar porque Obama, aunque sin perder la máscara de pacifista, no le vendría mal una guerra en año electoral. Y sabe perfectamente que si Israel se siente acosado destruirá las plantas nucleares iraníes. Y entonces, muy a su pesar naturalmente, Estados Unidos se verá obligado a defender a su aliado y a mantener abierto el estrecho de Ormuz, frente por frente al territorio iraní. Y como los ayatolás son unos fanáticos majaderos podría suceder cualquier cosa.

En esta guerra del petróleo lo que importa es la guerra, no el petróleo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com