No puede evitarlo: es su naturaleza. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, alabado hace una semana por la manipuladora prensa pepera como el gran defensor de la vida. Tiene bemoles, la copla.

Ahora, como está en su naturaleza, Gallardón asegura que no cree que el matrimonio homosexual sea constitucional. Esta es una de las dos especialidades del exalcalde -la otra es el apalancamiento-: supera a sus colegas de partido en progresismo. Según Gay-ardon, el gaymonio, al que era tan adicto, no es anticonstitucional, siendo que su partido presentó un recurso de anticonstitucionalidad.

Y a lo mejor tiene razón pero lo importante no es que el gaymonio sea anticonstitucional sino si es bueno o malo, y esa catalogación no es potestad del TC. Y esto de la misma forma en que la homosexualidad no es una enfermedad -aunque las genere- sino una inmoralidad antinatural. Otra cosa es que legisladores y jueces estén obligados -de hecho, es su primera obligación- a adaptar la ley a la moral.

¿Qué cada cual puede tener su moral? Sí, claro, y puede ser cierta o falsa. Porque, verá usted, la moral o es una o no es moral, como la verdad, o es absoluta o no es verdad. De hecho, ¿en qué se diferencian Gallardón y Rubalcaba cuando este afirma que la única moral que acepta es la Constitución? En que Gallardón da un paso más: él, no Pascual Sala, ya ha decidido que el gaymonio es constitucional. Curiosamente, durante la campaña electoral, Rajoy repitió a todo el que le preguntaba que dejaba la decisión sobre la derogación del homomonio en manos del TC. Malas manos, por cierto.

Eulogio López

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