Las entidades financieras acumulan cerca del 50% de los cerca de un millón de viviendas en stock. Dicho stock proviene de los embargos, de las moras o bien de haber activado créditos para evitar la mora. Una triquiñuela. El caso es que los tienen. Y no son una inmobiliaria. Así que han emprendido una campaña para liberar stock. Primero: rebajas agresivas de precios. Segundo: condiciones ventajosas de financiación. Y no sólo para empleados y familiares, sino para todo bicho viviente.
Los promotores están preocupados. Dicen que se trata de una competencia desleal. Pero es que los bancos no quieren ser inmobiliarios. En todo caso, nada impide que se conviertan en una financiera. El mercado es libre.
El presidente de la patronal promotora, Galindo, pide por favor a los bancos que no establezcan condiciones financieras diferenciadas. Aceptan que fijen precios por debajo de mercado, pero no que sean discriminados en las condiciones de financiación. En realidad ambas cosas les perjudican. Pero hay un argumento mejor que Galindo no emplea por pudor. Si una promotora quiebra, es el banco el que tiene un problema. Si se exprime la gallina, pueden quedarse sin huevos. Pero claro, el promotor no va a salir a decir que tiene la sartén por el mango y el mango también.