La violencia se podía masticar. Desde el primer momento, Iñaki Gabilondo se lanzó inmisericorde contra el presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, que aguantaba el chaparrón como podía. Un hombre de paz tuvo que afrontar cuestiones landas con una agresividad desconocida en la televisión española. Por ejemplo, en un momento dado, Gabilondo le preguntó, nada menos, si el PP había sido desleal en materia antiterrorista, lo que obligó, muy a su pesar, al presidente del Gobierno a reconocer que sí, que había sido muy desleal.

Otro momento truculento, casi escabroso, fue cuando el locutor de Cuatro, tras un rostro del obispo de Madrid, Antonio Rouco, surcado por unos granos que le hacían muy similar al carnicero de Milwakee, Gabilondo puso el dedo en llaga de la política nacional. ¿Cuándo se va a usted a tomar el caldito con el Nuncio? Entonces, y a pesar de su talante, el señor presidente se vio obligado a recordar a "los cardenales" que no les toleraba ciertas cosas: "Simplemente, no se las tolero". Finalmente, para introducir la mesura en una conversación que amenaza con resultar acre, don José Luis introdujo un fino análisis sociológico, en el que demostró, científicamente, que todos estaban convencidos de que los "cardenales" habían dicho que había que votar al Partido Popular. De postre, y siempre en aras de la unidad, especificó que abriría un debate para ampliar el aborto, pero que sólo le haría por consenso.    

Hispanidad ofrece el precio universal de la paz y la concordia a quien contemple la entrevista entera sin perder los estribos, con diálogo y talante, por detrás y por delante.

En cualquier caso, Gabilondo debe ser denunciado ante la Asociación de la Prensa y su Comité Deontológico -que no se si lo tiene- por violencia dialéctica extrema contra un hombre con un ansia infinita de paz. No hay derecho.

Eulogio López

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