Ya es lo último del descaro. Gabilondo, desde su púlpito catódico, se permite comparar a los padres objetores con los proetarras. Con la excusa de que ambos temas están judicializados, plantea el dilema entre la contumacia (insistencia en el error) y la racionalidad. Por supuesto, tilda de contumaces a los padres objetores que rechazan el adoctrinamiento en las escuelas, pero reclaman -en su opinión- que se enseñe doctrina católica en las aulas. No se puede enseñar lo que está en la calle, pero sí la transustanciación.
Por lo mismo, los proetarras mantienen la misma contumacia y se empeñan en alejarse de la realidad de la calle. Es mucho. Hay 50.000 padres responsables, preocupados por la educación de sus hijos que lo único que esperan es respeto para sus posiciones. Pero por lo que se ve el respeto no es el fuerte del ayatolá de las ondas.