Una vez que la Audiencia Nacional ha rechazado la denuncia del accionista José María Trevijano, en el sentido de que las prejubilaciones deben financiarse con cargo a la cuenta de resultados y no a reservas, el presidente del BBVA, FG, se considera con manos libres, aún más libres, para lanzarse a otra ronda de prejubilaciones.

El presidente del BBVA considera que en el banco nadie debe trabajar a partir de los 52 años de edad. Por ello, con cargo al patrimonio de los accionistas (a las reservas) y con el Banco de España asintiendo dócilmente al envite, FG continua la criba.

Tal y como anunciara Hispanidad.com, FG prepara una ronda de prejubilaciones para antes de la próxima Junta de Accionistas, correspondiente al ejercicio 2003. Según el diario Cinco Días, la ronda afectaría a 900 personas, pero hay que repetir que esta salida masiva de trabajadores implica algo más: en la estructura de poder de BBVA, FG pretende librarse de dos de sus tres principales ejecutivos: Vitalino Nafría, responsable de Iberoamérica (que ya ha cumplido 52 años), y José María Abril (responsable de banca al por mayor), que cumplirá esa edad en este mismo año.

Se da la circunstancia de que, especialmente, el área de Abril es la que mejor marcha en el banco, y se da la circunstancia, asimismo, de que Vitalino Nafría ha logrado poner orden en el enloquecido mercado hispano, especialmente en México, que es el que mejor conoce por haber estado destinado en aquel país. Es más, ahora el área iberoamericana está en expansión.

En definitiva, las prejubilaciones tienen dos objetivos: reducir costes a medio plazo a costa de precarizar el empleo (al que se va le sustituye un joven que no cobra ni la tercera parte, ni tiene la mitad de derechos que el que se marcha a su casa) y, sobre todo, evitar que los veteranos de dientes largos, que ya están en el tramo final de su vida profesional y poco más pueden ascender, hagan sombra al presidente. FG pretende que, a la postre, nadie sea capaz de decirle eso de "señor presidente, está usted equivocado".

Y, como siempre ocurre, la edad de prejubilación no cuenta para los presidentes, sólo para los directivos.

Emilio Botín ha conseguido ese mítico respeto a lo largo de los años, por eso no precisa prejubilar a directivos. Es más, le encantan que pesos pesados de la banca española, como Alfredo Sáenz y Francisco Luzón, por ejemplo, se enfrenten mutuamente, en una sana competencia interna. Sin embargo, FG, con menos solera en el mundo bancario, prefiere rodearse de jóvenes pendientes de su próximo ascenso. Esto es, mucho más dóciles.

Al final, FG se ha convertido en el hombre que ha mandado a casa a toda una generación de banqueros, las de los antiguos bancos Bilbao y Vizcaya. Los únicos que siguen en activo es porque los fichó Botín para el SCH.

Al final, como recuerda un ex directivo de BBVA, prejubilar sigue siendo como "quemar bibliotecas", dado que se echa por la borda, a los 52 años, toda la experiencia profesional acumulada por el prejubilado, quien, además, no puede trabajar en el sector (se le envía el sueldo a casa hasta los 65 años de edad). Al mismo tiempo, contradice todas las políticas económicas europeas, pendientes hoy de alargar la edad laboral, en lugar de acortarla. Por último, destroza la actividad sindical y crea plantillas paralelas: las de siempre y las de los nuevos jóvenes, que trabajan más horas, por menos dinero... a pesar de su mejor formación.